Pues bien, Fosforito se instituyó en líder de una época aún sin pretenderlo. Y pudiendo haber reivindicado ese papel para él, prefirió la lóbrega humildad de la impredecible. No ocurrió igual con Mairena que fue un líder predestinado, aunque después respondiera a las expectativas.
Fosforito creó una forma de cantar y de entender el cante: una estética propia. El fosforismo y lo fosforero existen, pues hasta adoptaron y adoptan su nombre artístico. Y aún vestían, peinaban y gesticulaban como él.
Con Fosforito no valen las medías tintas ni las verdades a medias: se entiende o no se entiende, o gusta o no gusta. Así de sencillo y así de complicado. Porque, ¿cómo definir su estética cantaora?
Fosforito es todo corazón. Siempre esperamos de él que lo dé todo porque, como nunca sabe aliviarse, nos tiene mal acostumbrados y siempre andamos todos con el corazón en la boca temiendo que lo coja el toro astifino y bien presentado del cante. El duende de Fosforito radica en el profundo dolor y en el ay colectivo. Su exacto sentido de la medida marca una frontera en la forma de interpretar los cantes de compás. Todo en él es ritmo acompasado y trepidante que inyecta al espectador, enfebrecido por la catarsis colectiva, provocada por la comunicación inmediata y total entre el artista yel que escucha. Su diálogo con el público es directo, sin necesidad de intermediarios, desde que se sienta en Ia silla -en eso también es diferente- hasta que se baja exhausto por el esfuerzo sobrehumano.
El sentido de lo trágico en Fosforito es extraordinario. No entiende el cante si no es como una situación límite, como una lucha imposible con él mismo, que entiende el arte como un riesgo sin el cual nada sorprende. Y el artista lo es por su capacidad de sorpresa.
Pero también de armonía. Su cante, violento y agresivo a veces, es siempre armonioso. Cada matiz, como ocurre con las cosas del universo, tiene su sitio exacto en el cante de Fosforito.
Fosforito es un universo de cantes, donde cada aficionado encuentra su estrella sencilla y única,esplendente, bella y poliforme, emocionada y emocionante, sangrante y dulce, luminosa siempre.
Es artista, por cuanto es creador. De donde no había casi nada construyó un taranto valiente, pleno de matices, hermoso y solo; sus soleares apolás, su indescriptible e imperecedera interpretación del cante por peteneras, que aún resuena en los rincones de la memoria emocionada de cualquier aficionado que se precie; su particular visión de los cantes de Cádiz, su evidente aportación a los cantes de Córdoba y Málaga, cuna y madre adoptiva respectivamente; su expresión cantaora; su fuerza; su… Todo, porque el cante, todo el cante está en Fosforito. Sólo hay que saber buscarlo