Acostumbrados a dilucidar los asuntos de Estado en la palestra de los medios públicos, en tiempo real, por necesidad o por puro interés propagandístico.
El caso es que prácticamente saltan a diario casos más o menos descarnados, más o menos escalofriantes, más o menos sacados de prisma …
Desde hace unas cuantas fechas una historia poco amable, poco edificante, escabrosa y pincipalmente cruel e injusta para unos niños va desgranándose ante ¿la opinión pública?. Me refiero al caso de Francesco Arcuri y Juana Rivas, que fueron marido y mujer, que intentaron una historia de amor, que el primero fue acusado y condenado por maltrato, que ella, la mujer, anda escondida y huida porque no quiere entregar a sus dos pequeños a su padre, recuerdo que condenado por maltrato, por orden de la Justicia, con idea de desobedecer a esa misma justicia, a la espera y confianza de un cambio, siquiera desde las instancias del Tribunal Constitucional para impedir que los hijos … vayan a parar en manos del padre, el mismo que reclama sus derechos progenitores de guarda y custodia de unos menores que, sin duda, ya est´ñan marcados de por vida.
Porque uno que no entiende mucho sólo aprecia el mal irreparable a dos niños que han tenido la desdicha infinita de haber nacido de quienes no merecieron haberse convertido, exactamente, en padres.
Y sin embargo son los grandes olvidados del caso, mientras los jueces aplican la ley, implacable, fría y a menudo más ciega de lo debido.
Sin que en ningún caso nadie se haya propuesto preservar a los niños del mal que se les viene encima, in crescendo, por mucho la ley ampare los derechos del padre y de la madre.
Aunque uno piensa que se los padres han fallado tanto tal vez convendría pensar solo y sobretodo en los niños, porque su vida es su futuro amenazado. Y siempre será tarde si no se zanja con coraje y humanidad el caso y los derechos de esas criaturas a llevar una vida ajena a los problemas de convivencia de sus padres, sobretodo si la justicia ha decidido equiparar los derechos de ambos cónyuges.
Y en cualquier caso asistimos atónitos al espectáculo nada edificante, demoledor para los hijos de Juana y Francesco, abandonados a su mala suerte, por haber nacido donde no se les supo educar, formar, dar ejemplo … y por haber estado a merced de una justicia que ha preferido "juzgar bien o mal" a sus progenitores en lugar de preservar por encima de tod aconsideración a quienes sólo eran y son víctimas de sus padres, con mayor o menor grado de responsabilidad.
Como desgraciadamente sucede a menudo, con los niños en medio del pim pam pum de sus "amantes" padres que dejaron de quererse hace mucho, cuando ahora sólo saben odiarse incluso por encima del equilibrio mental y la felicidad de sus vástagos.
¡En mala hora!, los niños a merced de su desdicha.
Mérida agosto – 2.017