A R A N C H A

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Un cuerpo roto, adolescente, estrellado contra las losas frías del suelo del portal, en el confín de la ciudad, escapando de su desdicha sin horizonte. . . al sur de la nada, al sur de Madrid, en la tragedia irremediable que fue tu suicidio, Arancha.

                                                En el final adelantado de tu vida niña, de tu existencia atormentada, torturada por la crueldad insoportable, mayúscula, agigantada, hundida a los pies de la falta de respeto consentida. . . desde el odio sin sentido, cobarde y miserable hasta la náusea, a la vista de la comunidad escolar que miraba hacia la culpa que ahora se pretende olvidar. Arancha en la diana de la prepotencia vana y huera, jaleada contra quien muestra su debilidad aterrorizada.  

                                               Haciendo daño, acorralando, extorsionando, arrincona ndo la inocencia rota, destrozada, sumida en la pena infinita de una adolescente que no entiende porque . . . ¡nadie sale en su defensa!.  

                                               Y llora tu sonrisa helada, y llora tu mirada amedrentada, y llora tu humanidad pisoteada, chantajeada, vilmente aislada ante la impunidad de quien abusa a una niña llamada . . . Arancha. . . en nombre de tantas niñas, de tantas mujeres. . . abandonadas a su tragedia.

                                               Y ya no volverá a amanecer como si no hubiera pasado nada, culpables todos de lo que no supimos ver, atajar, impedir. .  .mientras el cuerpo de Arancha estrellado contra su tragedia anunciada ya ¿entra en el olvido de los culpables y sus cómplices?.       

                                                Arancha y la vergüenza de la pena que nos produce su dolor, su pena, su miedo sin que nadie acabe por asumir su responsabilidad. . . por no haber sabido evitar la tragedia, el crimen de una muerte que no debería haberse. . . producido.

 

                                               Torre del Mar    mayo – 2.015