A TRES MINUTOS

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. “a hacer lo que se pueda”: el diagnóstico y el tratamiento, en un visto y no visto, sin una coma de más, con el estrés debido en el paciente y en el doctor, para que todo vaya sobre ruedas y el servicio haga aguas por el desmán que se tercie, inevitable, mientras se acelera la atención, mecánica, autómata, con el pinchazo de la anestesia en un plis plas y la vuelta a la sala de espera cuando haga efecto la adormidera, para regresar al sillón con la boca desencajada, las tenazas a tiro y la muela podrida al cubo de la basura, con enjuague posterior a criterio personal ya en la calle, muertos de urgencias apelotonadas, para que vayan jodiéndose de maltrato en el servicio público de atención odontóloga de gratis, o ¡qué se creían los muertos de hambre!.

                        A tres minutos la humillación reglamentaria, el correcaminos infame, por un dolor de dientes o muelas que desespere y arrime a la cola de los pobres que hayan de acercarse a la fila. . .del “servicio público”, desmantelado, abandonado, menospreciado. . .y dado como si no hubiera otro remedio, . . .a tres minutos la afrenta, con los doctores en el brete de volverse locos, de no afinar la atención, con el cronómetro en el disparadero de la sinrazón, a tres minutos la atención, sobre o falte. . . el tiempo que es oro para algunos y carbonilla para el resto.

                        A tres minutos la ración de atención odontóloga, por si sobra y se puede reducir aún más, sin perder ni el aliento, a empujón limpio y desabrido, naturalmente, como si se tratase de reses, que igual es lo que se pretende, para hacer que se hace poniendo en evidencia el servicio a la ciudadanía en condiciones dignas, como prioridad inaplazable e innegociable, porque es vergonzoso el espectáculo que se admite, cuando ya no queda tiempo ni para el saludo protocolario y educado que nos habían enseñado que era muy educado darlo.

                        Como para que lleguemos a “matarnos como los macacos del experimento, sin saber por qué, como los macacos que daban duro al que iba a por los plátanos y, de rebote, recibían el resto la ducha de agua helada, hasta que fueron cambiando los macacos.  .. dando de palos a quien intentara alcanzar el premio de los plátanos, por el resto, sin saber por qué se arreaban. . . y lo peor de todo . . . renunciando al racimo de plátanos”. . .Porque ese es el peligro que corremos, que lleguemos  a asumir lo irremediable y lo infame, autocastigándonos . . . porque “lleguemos a creernos que podríamos tener derecho a tanto. .  .que no nos lo merecíamos”. . . y por eso ahora solo nos toca sacrificarnos, aguantarnos, renunciar a nuestros derechos.  . . aunque no sepamos por qué,  aunque no nos percatemos que somos sujetos del experimento atroz, cruel de aceptarnos víctimas del desafuero que nos imponen, los próceres del cortijo . .  .que es nuestro país, nuestra civilización, nuestra civilización venida a nada . . . ¿por nuestra culpa?.  . .¡pues igual! .

 

            Torre  del Mar 18 – febrero – 2.014