Ángel González

González era un ángel menos dos alas …era un santo por lo civil …

tan rojo, tan castizo y tan zascandil … hilaba en los garitos de mala nota …

a las dos no era de día … a las seis ya era de noche …

fumando espero … y le aplaudían los camareros …

contaba que morirse no era tan grave … y agonizó en voz baja por cortesía … Joaquín Sabina

Ángel González, poeta, a quien pude escuchar hace unos cuantos años, tan cercano, tan cálido y vital, cuando ya su poesía peinaba carnes y era un adolescente que iba a descubrir geografías de mundos por descubrir, línea a línea, el maestro que era solo, un hombre y solo un poeta, desgranando sonrisas, miradas cómplices, palabras reincidentes y versos que calmaban permitiéndonos soñar, perdernos en sus rimas encendidas, en sus estrofas apasionadas, como si necesitasen encontrar la razón de no detenerse.

Ángel González, poeta, que murió hace diez años y desde entonces andamos como huérfanos de su humana cercanía, d esu poesía reencontrada en los garitos de mala nota y en las calles de asfalto levantado …

«Cuando tengas dinero regálame un anillo, cuando no tengas nada dame una esquina de tu boca … Haces haces de leña en las mañanas y se te vuelven flores en los brazos …».

«Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo, fue necesario un ancho espacio y un largo tiempo

hombres de todo el mar y toda tierra, fértiles vientres de mujer, y cuerpos y más cuerpos, fundiéndose incesantes en otro cuerpo nuevo». Ángel González

Ángel González, poeta, en el ideario de quienes te seguimos leyéndote, escuchándote, tan vital, hasta creerte inmortal, mientras tú te ibas diluyendo en la desmemoria que lucha por volverte a ilusionar, porque sigues con nosotros en el recuerdo entrañable de tus versos cuando tú nos los leías.

Gracias poeta, gracias Ángel González, por tu eternidad nuestra memoria.
texto. Antonio García Gómez