Y pasábamos miedo, y nos emocionábamos, y se despertaban nuestras imaginaciones, y no perdíamos ripio, y nos gustaba que nos volviesen a contar las mismas historias, sin que se cambiase ni una "coma", un día tras otro, hasta interiorizar las historias y sus protagonistas, sintiéndonos privilegiados asistentes a las evoluciones de aquellos cuentos inolvidables.
Desde el gato con botas, con las que recorría a toda velocidad leguas y leguas sin desmayo, hasta los patitos feos que eran cisnes extraviados, desde los siete cabritillos que burlaban de milagro al lobo, hasta la Caperucita Roja tan valiente, tan suertuda después de todo, aunque el desenlace final dependiese del cazador oportuno, desde la Bella Durmiente y los siete enanitos, hasta la Cenicienta y su zapatito de cristal perdido, a expensas de las hadas buenas y a resguardo de las taimadas brujas, desde la Cerillera y su desdicha encandilada, hasta el Sastrecillo valiente, … aunque mi cuento preferido era el contaba las peripecias de los hermanos Hansel y Gretel, perdidos en el bosque, esperanzados ante la casita de chocolate, encerrados por la bruja mala, la bruja que quería … devorarlos, el desenlace final de Hansel empujando a la bruja al interior del horno, mientras se abrasaba, a la vez que los hermanos lograban escapar … y eran felizmente encontrados por sus padres, reconciliados todos con el final de aquellos cuentos de nuestras infancias, cuando los príncipes y las princesas se casaban y se hartaban de comer … perdices, ¡tan felices!
Y de nuevo deseábamos volver a escuchar el relato de aquellos cuentos, los cuentos que nos aprendimos de memoria, compungidos o enfervorizados, escuchando y repasando por lo bajinis el desarrollo de cada historia que no debiera apartarse ni un milímetro del guion aprendido y repetido.
Tan felices como arrobados ante nuestros mayores que sabían contar tan bien los cuentos de entonces, ¿de siempre?, aunque ya lo dude …
Ahora, en los tiempos que corren, en los que parece que se regatean esas historias centenarias de emoción y sabiduría, aquellos cuentos que nos acompañaron, como a nuestros padres y abuelos y bisabuelos …
tal vez porque ahora son otras historias, más alternativas dicen, menos cruentas aseguran, más anestesiadas procuran … evitando cualquier inconveniencia que "dañe" a nuestros niños actuales, tan sensibles, tan destetados tardíamente o a destiempo, abocados a leer unas historias "muy instructivas" teledirigidas por sus encargados de su formación, "muy dedicados" a formar a sus pequeños de la manera más actualizada, aunque se deseche gratuitamente el bagaje "cuentista" en el que nos criamos nosotros, precisamente, "sus abuelos".
Torre del Mar agosto – 2.017