Angustiado Cervantes por los avatares que no le tumban pero sí le desasosiegan. Don Miguel encarcelado, envejecido y retirado a sus fantasías de escritor casi proscrito, sin rendirse nunca, frustradas las expectativas, en haber hecho carrera, a la sombra de La Corte, en la milicia, de capitán, o allende la mar océano, en América, por hacerse una hacienda, vuelto a la realidad, pobre y avejentado, Cervantes, burlando la avaricia de los editores, esquivando envidias y soñando hazañas sin fin, glorias jamás contadas . . .
Y así sitúa a don Quijote en la venta pobre y ordinaria. Pleno de ideales, ausente de realismo, de triste y burda realidad, preso el caballero de las chanzas del ventero, arrieros y criadas, enhiesto como un “caballero andante velando sus armas”.
Con el respeto y la mirada estremecida de doña Tolosa, hija de un remendón de Toledo, dama principal agasajada por el buen caballero don Quijote.
“Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias , no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y ensillando luego a Rocinante, subió en él, y abrazando a su huésped, le agradeció la merced de haberle armado caballero”.
Madrid abril – 2.016