Esta zona popular de Málaga vive su gran día cada 16 de julio con la procesión de la patrona de los marineros, portada por hombres y mujeres, que incluye un recorrido en el que la imagen navega a bordo de una jábega
Hija, nieta y hermana de marengos, a Carmen Heredia, de 64 años, le faltan las palabras. “Es que no hay manera de explicarlo”, señala esta vecina del barrio de El Palo, al este de la ciudad de Málaga. “Lo llevas dentro, no sé cómo decirlo”, insiste. Da igual, porque basta ver su emoción para entender lo que siente. Basta ver sus vellos de punta al contar orgullosa que ella es una de las portadoras de la Virgen del Carmen en el día más grande del lugar que la vio nacer. Cada 16 de julio, la procesión de la que forma parte ha crecido hasta convertirse en uno de los eventos más singulares de la capital malagueña; con un recorrido por tierra y otro por mar. Entre bengalas, decenas de botes y miles de personas en la playa, el embarque de la patrona de los marineros en una barca de jábega es uno de los momentos más emocionantes. La religión entra entonces en los límites de lo terrenal. Orden en el puro desorden. Llanto para expresar alegría. Pueblo en estado puro.
La patrona oficial de esta barriada marinera es la Virgen del Rosario, pero la Virgen del Carmen es la oficiosa y la que más devoción tiene entre los paleños. “Si gritas Carmen en la calle se vuelven la mitad de las mujeres: aquí es el nombre más común”, dice entre risas Francisco Gaspar, de 66 años, que rememora que hasta finales del siglo XX la imagen salía en procesión a hombros de los pescadores. En los años noventa, varios vecinos, como él mismo, impulsaron la creación de la Hermandad de la Virgen del Carmen. Nació en 1992 y al año siguiente Rafael Ruiz Liébana les fabricó un trono por tres millones de pesetas. Ahora la hermandad está compuesta por algo más de 700 personas y él es el hermano mayor desde hace unos meses. Es la más numerosa de las dedicadas a la Virgen del Carmen en la ciudad, donde otras barriadas como Pedregalejo o Campanillas también la procesionan, igual que ocurre en muchas localidades costeras de Andalucía. La mayoría tienen lugar el 16 de julio, pero algunas lo hacen unos días más tarde.
El patio de la humilde parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, en el corazón de El Palo, ha sido un hervidero durante las últimas semanas. La tradición manda aquí que las cuotas se pagan en efectivo y quienes acuden aprovechan para adquirir imágenes o pulseras de la virgen y el uniforme de marengo: pantalón azul marino, camisa blanca, fajín rojo y sandalias negras de esparto. “Antes llevaban también un sombrero, pero eso se perdió”, explica Heredia tras acercarse para conocer su lugar bajo el trono. Si durante la mayor parte de la procesión son 84 hombres los que soportan el peso, hay un tramo donde solo lo llevan mujeres como ella. Con muchas comparte el nombre. “Somos muchas cármenes”, reconoce. También en su familia. “Cuando estaba embarazada, mi hijo le dijo a la virgen que si le traía pronto a su hermana la llamaría Carmen. Se adelantó dos semanas, así que también le pusimos el nombre”, relata.
Una barca por altar
La festividad por la Virgen del Carmen arranca siempre unos días antes de la procesión. Este 2024 lo han hecho el viernes 12 de julio con la inauguración de la Feria de El Palo, una sencilla verbena popular que cuenta con un puñado de casetas, un escenario para las orquestas, zona para tómbolas y cacharritos instalados en la plaza de La Milagrosa. Los actos religiosos comienzan el 15 de julio por la noche. El primero se denomina felicitación: una hora antes de la medianoche se abren las puertas de la iglesia, que se deja a oscuras mientras los vecinos cantan y celebran. A las doce se encienden las luces y, tras un rezo y una salve, se cierran las puertas del templo. Lo hace por pocas horas. A las 6.15 de la madrugada, ya del día 16, acompañada por una multitud que porta velas, la imagen es trasladada por 14 personas en un pequeño trono hasta la playa. En la plaza del Padre Antonio Ciganda, a pie de mar, una barca ejerce de altar en la multitudinaria misa del alba que arranca a las siete de la mañana con los primeros rayos de sol. Ya es tradición que un grupo de camareros del chiringuito El Tintero devuelva la imagen a la iglesia entre calles engalanadas. Toca después desayunar: la zurrapa paleña del bar El Roper, junto al mercado del barrio, da energías para seguir.
Luis Lara es uno de los porteadores. Dice que ha echado los dientes en El Tintero, lugar que conoció cuando aún se tintaban las redes de los pescadores, actividad que luego dio nombre al merendero. Allí lleva décadas pregonando espetos de sardinas y platos de pescaíto frito. Hace 27 años, cuando su mujer se quedó embarazada, el ginecólogo le dijo que su bebé traía la espina bífida. Él se fue a la iglesia y prometió que si su hijo nacía sano portaría a la virgen cada año hasta que ya fuese tan mayor que se quedara sin fuerzas. “Salió sano y fuerte”, dice con alegría. Ahora pone el hombro cada año, salvo en el tramo en el que se encargan las mujeres y en el trayecto que se hace por mar. “Esa es la parte más increíble y también la de más tensión”, advierte.
Al mar, de rodillas
Cuando el trono llega hasta las puertas del colegio ICET, en pleno paseo marítimo, la Reina de los Mares es trasladada en otro más pequeño hasta la orilla. Allí los porteadores —en este caso personal de la junta de gobierno de la hermandad— se arrodillan para adentrarse al mar. Soportan el peso a pulso mientras compañeros de la procesión crean un círculo que separa a los vecinos y crea una postal sorprendente. Entonces alguien da una orden y todos los hombres levantan a la virgen a la vez. La presentan luego a las miles de personas que se congregan en la arena, los espigones y en el mar. Se suceden los llantos por la emoción, los gritos, los vivas, los qué guapa eres y El Palo estalla de fervor. Luego la talla sube a la jábega la Araceli, construida en 2008 con madera de pino de la Sierra de las Nieves por Juan Antonio Sánchez-Guitard en Astilleros Nereo. Cuando comienza a alejarse de la orilla llega el éxtasis: el pueblo salpica agua —ya bendecida— como muestra de alegría.
El trayecto por mar es caótico. Mientras surca las olas, a la Virgen del Carmen la acompañan otras jábegas y embarcaciones tradicionales como la chalana del club de remo IES El Palo. También hay llauts, tablas de paddle surf, kayaks, motos de agua, lanchas, pequeñas balsas o grandes botes a motor. Cada cual se acerca como quiere, puede y le dejan. “Se une tanta gente que hay que tener mucha experiencia y temple”, explica Agustín Montañez, conocido como El reverte, presidente de la Asociación de Pescadores del Litoral Este de Málaga. Con 65 años y ya jubilado, ha recorrido todos los mares en sus cuatro décadas como marinero y hoy ejerce de patrón de la Araceli. Siete remeros —que heredan los puestos— responden a sus órdenes de ciar y bogar durante el trayecto marítimo. Primero en dirección a la desembocadura del arroyo Jaboneros, límite con el barrio de Pedregalejo, donde se realiza un encuentro con la Virgen del Carmen de aquella zona. Luego vuelve, ya con las luces led en su casco encendidas, para tomar rumbo este hacia el club deportivo El Candado, donde a su paso se lanzan fuegos artificiales.
La talla desembarca a la altura del chiringuito El Tintero, de nuevo de rodillas, hasta suelo firme. Luego toca el turno de las mujeres y desde el chiringuito El Narval vuelven los hombres, que la llevan a su iglesia ya de madrugada. “Acabas cansado, pero es un dolor que no duele porque lo haces con mucho gusto”, resume Luis Lara. El trayecto pone punto final a uno de los días más emocionantes y de mayor fervor popular de la barriada.