Sacando pecho de ordinaria impertinencia, entre propios y afines, presumiendo de “temeraria”, dándose miedo, la señora desahogada, sembrando inquinas, desapartando españoles buenos o malos, según convenga y se decida, desde las alturas de la impostura impresentable e indeseable, con su aire cañí y malévolo, con el respingo hocicando iras y malquerencias.
Logrando sacar a la palestra el tópico del tipismo más rancio, con el pelo de la dehesa, a lomos del señoritingo y la señoritinga, a horcajadas o de medio lado, que no se evapora la reciedumbre de la tradición amortizada y caduca, ¡lástima!, con el desparpajo de la desfachatez maleducada y maledicente, por muy salerosa que se ponga la señora, en jarras, de altanera prepotencia, farfullando retruécanos y pases de favor, según se comulgue con los propios o contra el resto, desde el tejadillo de toriles, junto a la divisa que desearían clavarnos en el morrillo.
Bajonazo indecente y pregonero, de barata intención, con aviesa puntería para bandear odios y rencillas, carnés de españolismo o rechazos sin paliativos, porque sobre adhesiones inquebrantables debe saber un rato la ínclita señora, con o sin pucherazo, para que salgan las cuentas y las mayorías, por puro y estricto derecho divino, ¡faltaría más!, a la garrocha saltándose a la torera los elementales requisitos de la convivencia educada, cuando resulta que solo se sabe ser una maleducada.
Bajonazo ruin y golletazo impresentable, desde el atril prestado por los besamanos correspondientes, al calor de los estómagos agradecidos que aplauden y aclaman las ocurrencias de la señora Aguirre, ¡por si las moscas!, ¡sol y moscas en la España cañí que tanto añoran! ¡hambre y necesidad!, ¡ignorancia y rendido vasallaje!, por si vuelven a tocar poder, con ella al frente, ¡ella, que se teme tanto!, desde sus postulados infamantes y retrecheros, dañinos y mezquinos, como para crear división y encontronazos, para poder sacar pescuezo, la tipa temeraria, sobre el barullo y la desconfianza de los unos contra los otros, en jarras sobre la afición incontestable, la devoción inquebrantable, la adhesión esencialista hacia la tradición pastueña, apropiada en aras de sus zurullos patrioteros, para que todos quepamos en el cubil de sus excrecencias, para que todo quede bajo su control, vasallaje pues incluido hacia la servidumbre manifiesta, aplaudidora y servil, para que nadie se dé por no enterado, aunque solo persigan el bajonazo saliéndose de la suerte, con cobarde gallardía de quienes ostentan impostura y desplantes bastardos, mientras gallea la expresidenta su insolencia sobre el papanatismo de quienes tanto la aplauden y cobijan.
Torre del Mar 23 – abril – 2.014