Desde cuando descubrimos que bajo los adoquines no había arena de playa y que lo imposible no llegaría a través de todos nuestros sueños reunidos por llegar cuanto antes a construir otra realidad . . . mejor.
Recuerdo que aspirábamos a disponer de “tiempo libre”, a la misma altura y con idéntico fundamento que podríamos dedicar al tiempo del trabajo, al tiempo de dedicarlo a ganarnos el jornal que fuera a permitirnos gozar de tiempo, ese tesoro, para no caer en aquel vocablo ya tan “vieujno” como era la alienación.
Hasta que escuché a uno de las tres personas más ricas de España, equiparable su fortuna a la de unos cuantos españolitos, de los de a pie, afirmando que lo que deberíamos aprender es a “trabajar más y ganar menos” ¡espabilado el fulano!.
Y parece que “lo estamos consiguiendo”, alargando la jornada laboral, gracias a los medios tecnológicos avanzados, para poder estar “conectados” todas las horas del día a ese trabajo que, a menudo, ni nos proporciona el salario digno y suficiente para salir de la pobreza, a expensas de su precariedad temporal, en su versión opaca, no declarable, siguiendo pues al pie de la letra el lema del dueño de Mercadona llegando, los súbditos del Reino, a “trabajar más por menos”, a expensas de la intemperie existencial más cruda y cruel.
También rondaba nuestra juventud otra afirmación noble y altruista, como cuando decidíamos confesar de dónde éramos y largábamos aquello de que “éramos ciudadanos del mundo”, ¡infelices!, en contra de los nuevos tiempos, en los que se llevan los nacionalismos catetos, insolidarios, miedosos, atrincherándonos tras los muros que hemos elevado para encerrarnos tras ellos, frente al resto del mundo que no sea “de los nuestros”, contra cualquiera que amenace con venir a competir por nuestros platos de lentejas, aunque de paso se ofrezcan a limpiar nuestra mierda, por ese medio plato que no queremos competir, siguiendo las consignas de nuestros líderes que ya nos quitaron volquetes de esos mismos platos que ahora cicateamos frente a otros desfavorecidos, como nosotros, que también quieren . . .comer y dormir a cubierto.
En EEUU el 57% de las familias están hipotecadas por deudas de gastos médicos, y parece ser que, de nuevo, volverán al “sálvese quien pueda” y, antes que tarde, 20 millones de norteamericanos se quedarán sin seguro médico obligatorio.
Y nuestros gobernantes seguirán señalando la dirección del abismo como único horizonte no vigilado por sus poderosos señores, enriquecidos hasta la obscenidad mientras recomiendan la frugalidad y la resignación al resto.
Torre del Mar enero – 2.017