C U E N T O S

  • Categoría de la entrada:Opinión

A mí enseñó a escuchar mi abuelo, de la mano, cada día que me sacaba a pasear y me hablaba, me explicaba y me contaba, con su bonhomía de marino avezado a horizontes lejanos, soledades salobres y evocadoras de cuando llegaba a tierra y solo le quedaba recordar, tanto que siempre tuvo qué contarme, de sus viajes, de los mares que navegó, de los barcos desde los que aproó soñando la rutina diaria del oleaje que le llevaba de un puerto a otro, de un mundo a otro, de un destino al destino final de abuelo amable, sabio y querido . .  .con su nieto, de la mano, enseñándole a escuchar.

                                               Unos años más tarde, iniciando mi mocedad, tuve la suerte de disfrutar quincenas de verano en el pueblo de mi padre, en la Castilla austera y recia, como niño forastero, y gozar de los cuentos “de toda la vida” que desgranaban mis primas mayores, “las hijas del herrero”, iniciándome a la magia de los lobos feroces y los cabritillos escondidos y devorados, de las bellas durmientes y los sastrecillos valientes, los patitos feos y las Cenicientas que al final del . . .cuento se queda con el príncipe.

                                               Hasta que empecé a frecuentar la biblioteca del barrio, a la que acudía todas las tardes, con mis dos amigos del colegio más íntimos, después de haber jugado al fútbol en la campa vecina y haber merendado el bocadillo de a diario, pan con chocolate, pan con nata de la leche hervida con azúcar, pan con membrillo, pan con chorizo . . . enfrascados en los libros que nos iban descubriendo las ganas de soñar leyendo, de leer para poder soñar, desbrozando “los huecos” que fueran a estar llenos de vitalidad mientras yo leía y me dejaba absorber de tantas vidas heroicas, de tantos héroes de ficción que “decidieron acompañarme de . . . por vida”.

                                               Mientras yo crecía leyendo y me asomaba a la ventura de intentar soñar  . . . viviendo, a diario, como si llevase en mi equipaje, de por vida, todas las historias que me emocionaban . .  . cada tarde, cuando yo apuntaba a la juventud de mi existencia.

 

                                               Torre del Mar     enero – 2.016