Calle Luis Taboada

No hablo ya para una silla de ruedas, ni para las madres que llevan a un niño en un cochecito, ni siquiera para quien utilice un carro de la compra, porque ya para ellos esta calle no existe: no es calle. Las aceras tienen poco más de un metro, y, además de esa escasez, ramas de árboles que no se han podado nunca, tocones de los que se talaron y ahora reverdecen, postes de la luz y sus respectivos vientos, agujeros de otros postes que en su día fueron, palmas secas que caen desde un solar que espera albergar una anunciada tesorería de la Seguridad Social que es sólo eso, un anuncio… y luego, por la calzada, esos conductores que quieren alcanzar el semáforo de Juan Sebastián Elcano en verde y zumban calle abajo en un despropósito loco aprovechando que las bandas sonoras, que un día se instalaron, han desaparecido por la desidia municipal. ¿Una alegría de calle!