Carrete baila a su aire

Carrete de Málaga coreografía por primera vez un espectáculo a su aire. «Como yo lo pienso y lo veo, aquí no se mete nadie», dice este «bailaor salvaje», como se define. Paco Roji se encarga de la dirección artística y del guión, pero en cuestión de baile, José Losada Santiago lo tiene muy claro: «¡Dejadme que esto es mío!». Tan suyo que se titula ‘Carrete de Málaga. 60 años bailando’. Hoy (21.00 horas;15 euros) lo presenta en el Teatro Echegaray, dentro de la programación del ecléctico festival Terral. Y apenas quedan entradas.

Debería estar jubilado. No sabe exactamente la edad que tiene, no conserva su registro de nacimiento y el primer papel que revela algún dato de su biografía es una partida de bautismo del año 1941. Así que intuye que ronda los 74 años. «¡Pero yo quiero seguir bailando, guapa mía!», exclama. Tiene mucha fuerza «‘concentrá’» dentro de su cuerpo tras 60 años de profesional, y quiere sacarla con un espectáculo «bonito» que «haga sencillo lo difícil». «¡Ahí está el lío!». Pero él no necesita tres meses para preparar un montaje… «con unas horas de ensayo yo ya sé lo que quiero».

El elenco

No estará solo. Al cante, Amparo Heredia ‘La Repompa’ y Chelo Soto. Con las guitarras, Antonio Soto –encargado de la producción musical–, Luis Santiago y Joaquín Losada como solista. Al baile Luisa Chicano, Ana Fernández y Laura Triviño. Pone las palmas y la percusión Antonio Heredia ‘Yaya’.

El espectáculo será un «popurrí de su vida», en la que ha habido de todo… «por etapas». «Me han ocurrido tantas cosas que lo cuento y no me lo creo, pero he llegado hasta aquí sin ayuda de nadie», asegura con orgullo. Su primer recuerdo bailando es en el año 1945, cerca de la carretera y sobre el trigo que recogía su madre «para hacer grano y venderlo». «Bailaba descalzo y se me pegaban los pies al alquitrán que quemaba. Y en invierno, me tengo en mi memoria con chaqueta larga, descalzo y muerto de frío. Y mi madre diciéndome: ‘¡Baila Carretillo!’», rememora.

Poco a poco fue profesionalizando su arte. Con 13 años, se unió al grupo Los Vargas con el guitarrista Niño de Almería y La Cañeta, La Repompa, Pepito Vargas y La Quica como compañeros. Era un habitual del tablao El Refugio y de la sala de fiestas de El Pimpi. Allí le vieron, entre otros, Sean Connery.

Ha compartido noches con los reyes de Noruega, con Anthony Quinn, con Dalí, con Ava Gadner, Frank Sinatra… aunque en muchos de los casos ni sabía quiénes eran. Cuentan que Paco de Lucía y Camarón iban a Torremolinos solo para verle y disfrutar de un rato de risas. Ha trabajado con Antonio El Bailarín, Mariquilla o Chiquito de la Calzá, con quien pisó tablas durante 40 años. Siempre de «punta en blanco», con su chaleco, su sombrero y el pañuelo asomando por el ojal de la chaqueta.

Admirador de Antonio Gades, Carmen Amaya y Farruco, hay una estrella que siempre le ha acompañado en su carrera, aunque solo sea en la mente: Fred Astaire. «Lo vi en el cine y se me quedó dentro de mi cuerpo. Yo hago mi cosa flamenca pero cuando bailo me acuerdo de cómo lo hacía él», admite. Desde entonces siempre hace algún guiño al claqué, a su manera. Y por eso el gran sueño de su vida es bailar en Nueva York. «Y la ilusión no la pierdo. ¡A ver si me llevan!». Él ya tiene hasta el titular del acontecimiento: «¡Imagínate!: ‘El Fred Astaire gitano. Carrete de Málaga’».