Sin que deba suponer este claro posicionamiento una demonización de las posturas, una vez más, de los más débiles, por no querer seguir jugando a perder eternamente.
Con señales a posteriori conciliadoras, porque después de todo lo que se ha determinado es que hay que “seguir dialogando, por lo que el ministro heleno de Finanzas, el ministro Varufakis, como primer sacrificado de los negociaciones ineludibles, una vez más que los gobiernos que detestaban la consulta popular, logren digerir lo incontestable y comiencen a abrirse a otras posibilidades, tal vez a una “quita” de la deuda . . . ¡impagable!, de una reestructuración del pago de la deuda. . . igualmente impagable en las condiciones actuales.
Y es que los griegos se han plantado y han reclamado cambio de cartas, contra las políticas del austericido criminal y nada efectivo, por mucho que nuestros gobiernos se empeñan en representar a los poderosos acreedores, incluso en contra de su ciudadanía más empobrecida.
Porque tal vez o seguro ha llegado el momento de decir basta, basta a las exigencias maximalistas, inclementes para unas propias políticas insanas, miserables y atroces que nos han llevado a un presente y a un futuro que pretende condenar a gran parte de la sociedad a un retroceso sideral de derechos ciudadanos, para obligarnos a vivir, de nuevo, en unas condiciones económicas de precariedad casi infrahumana.
Por eso tal vez o seguro no sea el momento del enfrentamiento, de la batalla política que busque el poder por el poder, de los unos contra los otros, de unas ideologías contra otras, mientras la ciudadanía se hunde en un acobardamiento y resignación intolerables.
Porque debe haber otra salida, incluso partiendo de cero, incluso llegando a perder un poco más, contra unas políticas que han permitido la desigualdad obscena e injusta. Contra unas políticas que permiten, contemplan e incluso miman el enriquecimiento intolerable de un sector pequeño de la sociedad frente al empobrecimiento galopante de la gran mayoría ciudadana.
Pretendiendo enfrentarnos ante lo intolerable: ¿Qué es mejor aceptar un contrato de unas horas a la semana, de aceptar tres euros a la hora, de conformarse con un salario que no nos permita vivir holgadamente. . . obligados a pagar una deuda inacabable que la forjaron los mismos “impresentables” que ahora vienen a exigirnos las medidas draconianas de sumo sacrificio . . . o quedarse con nada?. . .Cuando esa no es ni debe ser la disyuntiva.
Y de paso Grecia ha ganado y nos ha mostrado el camino, en principio, de la dignidad y de la voz de un pueblo que no ha querido esconderse . . . en el miedo.
Logroño julio – 2.015