El término municipal de Casares es vecino del Valle del Genal y de la Serranía de Ronda, y hacia el oeste besa las tierras del Parque Natural de los Alcornocales, ya en la provincia de Cádiz, para buscar camino del sur la cercanía con el Estrecho de Gibraltar.
Casares ocupa un lugar paradójico en el mapa, pero su fisonomía, su urbanismo, su arquitectura, responde a la idea general que guardamos de Andalucía: es blanco como la nieve, sus calles son estrechas, sus plazas asimétricas y descansa sobre abruptos paisajes recordando los grabados que tanto entusiasmaron a los viajeros románticos del XIX.
A Casares la rodean espacios naturales protegidos. La Sierra Bermeja y la Sierra Crestellina acogen una biodiversidad única, poblada de endemismos, a mitad de camino entre los climas atlántico y mediterráneo, donde en 1837 los botánicos Félix Haenseler y Edmond Boissier descubrieron el pinsapo, un abeto prehistórico que hoy enraíza las cumbres de los vecinos macizos de Grazalema y las Nieves.
Perspectivas y miradores
Casares, además, es un pueblo de perspectivas y miradores. Es bello desde cualquier lugar desde donde se lo mire. La carretera que sube desde Manilva invita a parar por unos minutos en cualquier curva donde el caserío aparece al fondo, con sus casitas como miniaturas de cuento, las torres del castillo y la fábrica de la iglesia parroquial recortadas sobre un cielo siempre azul.
Desde los restos de la vieja fortaleza árabe todo queda próximo. Desde sus murallas y sus torreones se divisan los valles cercanos, las ensenadas marítimas de Manilva y Estepona, el dibujo del Estrecho y el Peñón de Gibraltar y los vecinos pueblos de Jimena y Castellar. El castillo fue reforzado en el siglo XIII cuando formó parte del protectorado benimerí y se convirtió en enclave estratégico entre el litoral de Gibraltar y la Serranía de Ronda. Sus murallas se adaptaron a las asperezas y los desniveles del cerro, y cuando fue conquistado por los cristianos su interior acogió la primera iglesia consagrada a la Encarnación, edificada muy posiblemente sobre los restos de la mezquita aljama.
A su lado se estableció el cementerio y desde una de sus plazas de armas quedó dibujado el inicio de la calle del Arrabal, donde hay casas antiguas y equipamientos turísticos llenos de tipismo y respeto por el entorno arquitectónico. La puerta del Arrabal, la más conocida de las entradas al recinto fortificado, es hoy Museo Etnohistórico. Sus salas guardan la memoria del pueblo y exhiben vestigios arqueológicos y utensilios de la vida cotidiana desde el Neolítico hasta principios del siglo XX.
La ciudad blanca
Murallas afuera, Casares es una madeja de calles estrechas, desniveladas, en permanente y agotadora cuesta, de plazas mínimas y soleadas, miradores que abren a cada paso y rincones perfumados con macetas de geranios y arriates donde crecen jazmines y limoneros. La iglesia de la Encarnación, la nueva, fue construida en el siglo XVI en el centro del pueblo, en la zona conocida como Llano de la Fuente, sobre un templo de origen conventual fundado por franciscanos y capuchinos. La torre guarda semejanzas con los campanarios mudéjares de otros pueblos de la Málaga interior y su patio trasero es un delicioso jardín salpicado de pequeñas fuentes.
La plaza de España es el corazón urbano de Casares, el salón de estar donde todas las calles derivan. En uno de sus lados se eleva la pequeña ermita de San Sebastián, centro de peregrinaje popular porque en una de sus capillas se venera a Nuestra Señora del Rosario del Campo, patrona de la localidad. Este próximo mes de mayo los vecinos trasladan la imagen a otra pequeña ermita en el cruce de los ríos Genal y Guadiaro para celebrar su pintoresca romería mariana. La plaza, además, está decorada con una fuente neoclásica dedicada a Carlos III, emblema de las obras de saneamiento que el pueblo acometió a finales del XVIII para modernizar sus servicios públicos.
Blas Infante, padre del andalucismo
La calle Carrera, flanqueada a un lado y otro por casas señoriales y burguesas, acoge el Museo Blas Infante, dedicado a la vida y obra del padre del andalucismo. El museo evoca la trayectoria política de un personaje público que nació en esta localidad un 5 de julio de 1885, hijo de labradores acomodados, y que estudió Derecho en Granada, ejerciendo de notario años más tarde. En museo recuerda la importancia de Infante en la concienciación social y política de Andalucía a través de sus objetos personales, sus manuscritos y sus obras impresas, escritas antes de ser asesinado por los falangistas en agosto de 1936
Fuente:
Manuel Mateo Pérez