Con los pobres a vueltas . . .

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Se anuncian mejores tiempos desde las alturas del poder y la gobernanzza, fomentando la esperanza, desde la incredulidad contrastada a diario, y se insiste y se asegura que la recuperación económica es un hecho, y que la propaganda oficial da oxígeno a las expectativas de los más acomodados, y de paso también a los políticos incombustibles. . .

Claro que la recuperación siempre empieza por arriba, por los segmentos afincados en la riqueza, asegurándose que, efectivamente, sus márgenes de beneficios han comenzado a crecer, extendiéndose a los esbirros inmediatos, a los estómagos agradecidos dependientes, a la clase media que también tuvo que apretarse el cinturón y ya pueden, quizás, aflojarse un agujero . . . Y los grandes empresarios lo celebran, disimulando que hay que mantener la prudencia, y los profesionales colocados ven crecer su poder adquisitivo, y la especulación, de nuevo, llama a las puertas de quienes ya imaginan que les va . . .mejor.

En tanto se mantiene tozudo el dato del 30% de la población española en situación de extrema necesidad, sin visos ni avisos de recuperación, ¿de qué?, ¿de la pobreza que ya padecían?, hasta el punto que ahora les desconsuela les lleva a no querer participar . . . ¿para qué, por qué?, ¿en función de qué esperanza baldía?, con un 75% de ellos, los pobres en situación de exclusión sin fe en el esfuerzo colectivo, en la res pública que les ha esquilmado tantas y tantas veces.

Olvidados y jodidos, los pobres bien jodidos sin posibilidad de dejar de serlo.

Dados por descontados, no contabilizados, como si de un lastre desechable se tratara.

Y apenas se les percibirá en las filas ante los comedores benéficos, comedores para pobres que correrán con sus bolsas de comida a sus tabucos a dejarse . . . no ver, avergonzados, derrotados, mientras cantamos esperanza y victoria, aunque de vez en cuando se nos pongan en la esquina, y se acerquen a "molestarnos", como si nosotros pudiéramos poder hacer algo por remediar su situación.

Resignados pues, los unos y los otros, a que la situación no empeore, con los raposos del contorno atribuyéndose la vigilancia de los corrales, mientras callamos y otorgamos la realidad desigual e injusta, por un avemaría y un olvido inmediato que, virgencita, virgencita, nosotros de momento aguardamos el tipo, ¿hasta cuando?, bien cerradas las compuertas para que el espectáculo de la pobreza no nos agreda, después de todo, a nuestra sensibilidad adormecida.

Y así sosteniendo el estado real de las cosas como si no hubiera otra alternativa, incluso más atrevida.

Los pobres, al cabo, no se atreverán a estropearnos el día. . . ¡ seguro!.

Y seguiremos sin querer ver lo evidente, repitiendo la insolencia : "¡y luego dicen que no les llega!. . . ¿ a quienes?.¿a los pobres que no se dejan ver?.

 

Torre del Mar junio – 2.017