“Con todos los pronunciamientos favorables”, desde luego, para la infanta que ha sido absuelta, aunque vaya a ser obligada a devolver lo que cobró indebidamente, por ese concepto de apropiación indebida del lucro, mal conseguido, mal apilado, mal rapiñado por su amado esposo, para que todos entendamos que se “ha probado su inocencia”, bendita mujer, tan preparada que no sabía nada de nada, y que por lo tanto se ha de comprender su absolución por haberse espabilado cuando “no se enteraba de nada”, aunque vaya a pagar lo que se quedó por la cara de su “falta de entendimiento”, o así, por absoluto amor, de “esos amores que se venden en Hollywood”, tan de mayúsculo entreguismo .
Cuánto amor derrochado, cuánta confianza infinita, ciega, amorosa sin límites, de la fémina hacia su macho “alfita”, ajenos ambos a toda vergüenza y ejemplaridad supuesta, necesaria, cuando aún insisten en su fe inquebrantable en su comportamiento “inocente”, se supone que ¿mutua?, en su devenir diario zanganeando y “espigando”, a lo tonto, muy a lo tonto, desde sus alturas clasistas, aristocráticas, por completar sus ingresos millonarios, ya de cuna y morganáticos, como si aún necesitaran más de lo que la vida, la fortuna de haber nacido donde nacieron, . . . les fuera a ir permitiendo en sus desahogos ¿tan infantiles, tan inanes, tan irresponsables?, . . . como para que luego pretendan hacernos comulgar con sus ruedas de molino de amor inquebrantable.
Y los robagallinas seguirán en el trullo, y los pudientes podrán seguir gozando de impecables y onerosas defensas legales, hasta lograr reducir las peticiones de los fiscales, a un tercio o a nada, invocando “la igualdad universal” ante la ley, para que nos lo vayamos tragando aunque nosotros no tengamos donde caernos “medio muertos de necesidad” . . . en cuanto nos empiecen a hablar de . . . gastos judiciales.
Más de un paisano conozco que ha preferido pagar una multa de la que era absolutamente no culpable, porque no era su coche el coche sancionado, y prefirió pasar un mal rato, pagar el monto de la sanción y olvidarse . . . en aras de esa supuesta “igualdad ante la ley” que él “no se pudo permitir”.
Y nos hablan muchos próceres de “lo injustos” que hemos sido con tan notables personajes, como cuando se refieren a la infanta “absuelta”, como si los idiotas fuéramos a ser nosotros, por mindundis del montón, paganos de nuestras propias carencias del vasallaje debido, llegando a la villanía de querer ahora denostar la instrucción del juez Castro que osó pensar que la infanta Cristina “se enteraba de algo más que de nada”.
Ya sabemos, todo ello en aras de la “igualdad ante la ley”. En fin, ya se sabe “alegría en Zarzuela, lágrimas en casa de Urdangarín”, cosas y conclusiones del común, ya se sabe, estamos hablando de ¿mujeres floreros?.
Torre del Mar febrero – 2.017