CONTRICIÓN

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Para qué y a cuento de qué, supongo que más de uno ni eso se planteará, tan atentos a sus tareas y estrategias, por encima de todo dolor que imaginarán inevitable.

                                    Siempre he recordado con admiración y profundo respeto la actitud de los cazadores de elefantes, los bravos pigmeos, pequeños grandes hombres del África Ecuatorial, que renuncian a probar la carne de los paquidermos que han cazado, a riesgo de su vida y para consumo y supervivencia de su gente, de su tribu porque aprecian, saben, comprenden que, aunque con la mejor de las intenciones, su destreza en la caza ha supuesto la muerte de un ser vivo, y que, de alguna manera, han de pagar por ello. Su actitud naturista y profundamente ética, por tanto, siempre me ha ofrecido una lección de humanidad y sensibilidad que no olvido jamás.

                                    No sucede ahora mismo, ni por asomo, con nuestros actuales gestores de “la res pública”, por mucho que las comparaciones siempre puedan resultar remotas, pero no hay duda de que también pueden aproximarse y evaluarse para darse cuenta de actitudes y comportamientos que, desde luego, no me inspiran ninguna ejemplaridad, y son como poco ajenas a todo sufrimiento producido con la mejor o peor de las causalidades.

                                    Porque en los tiempos que corren los mandamases que nos gobiernan y gestionan suelen pasar de soslayo sobre la posibilidad de poner en entredicho las consecuencias de sus decisiones. Sin disimulos, con argumentaciones insolentes y palmarias que justifican cualquier desmán. .  .por muy bienintencionado que se suponga, por mayor o menor devastación que vaya provocando en el día  a día de sus compatriotas.

                                    Y por  eso mismo arrasan y desmontan, en nombre de no se qué gran política de altas miras, según su discurso, llevándose por delante el humilde bienestar de las clases sociales más indefensas de nuestro país. Y así se han llevado por delante los derechos laborales, sociales, a la educación, a la sanidad, a la vivienda, a la dependencia, al agua, a la energía, al trabajo. .  .para los más pobres entre los pobres, sin un paso atrás que suponga, simplemente, un reparto más equilibrado e igualitario de la riqueza, sin que se les vea ni “contritos, ni dubitativos”, arreciando contra el arrinconamiento de los más desgraciados al cobijo de sus pobrezas y servidumbres, después de haber dejado muy  claro cuáles eran y son sus prioridades, sobrevolando las necesidades básicas, la penuria y precariedad inocultable, sin que se extiendan en explicaciones y disculpas, atacando a quienes solo protestan y indignan.

                                    Y si con los naturales del país la actitud es esa, que no será y es cuando  “ los de fuera”, pobres y desamparados osan penetrar en el recinto patrio, sin que hasta la fecha y va para dos semanas, no se haya apreciado ningún sentimiento de pesar verdadero, sobre el desastre de la playa de Tarajal, con quince cadáveres ahogados y vomitados por el mar sobre la arena, sin haber puesto en ningún instante en cuestión las decisiones tomadas, de salida a la palestra los responsables de las órdenes dictadas a dar todas las explicaciones y alguna más, ausente toda sensibilidad, en débito a las suprarazones que se supone han de guiar las decisiones de nuestros gobernantes, sin un gesto sincero de conmiseración por los desgraciados que intentaban arrojarse, nadando en este caso, al paraíso soñado, como para haber ordenado “ahorra” cualquier gesto de ayuda humanitaria, inmediata, humana, humana y humana, hacia quienes mal nadaban para llegar a la arena de la playa, mientras se disparaba al agua para disolver ¡qué! . .  .¿el pánico y la desesperación?

                                    Claro que como explicaba un locutor o algo así de la cadena de “la iglesia católica”. . .”los africanos nadan como niños de año y medio” y que por lo tanto no hubo ocasión de acelerar su ahogamiento, por lo visto, ya que ellos mismo se debieron autoahogar por impericia temeraria ¿o no?, señores que desconocen la misericordia al rebufo de los colores de la religión de la misericordia, de los pobres, de los mansos . . . cuyos purpurados no han dicho ni pío. . .¡bien alto y bien claro!.

                                    Demostrando que la mezquindad inhumana siempre es capaz de avanzar en su grado de perversidad e insensibilidad.

                                    Como para que ahora, según el presidente de nuestro gobierno, lo que ha de quedar muy a salvo de toda sospecha y acusación es la Guardia Civil, cuando resulta que nadie ha puesto en entredicho la actuación de los guardias civiles que, por supuesto, solo cumplen “órdenes de sus mandos”. .  .aunque éstos traten de esconderse tras sus guardias de a pie, honorables y profesionales, dejando una vez más en evidencia la falta absoluta de contrición entre sus responsables, sea quien sea, sean quienes sean.

                                    Ahora nos explicamos perfectamente la disposición que tomó este gobierno de privar de sanidad pública, gratuita y universal a los inmigrantes ilegales que pululan en nuestro país creyéndose que ya han llegado al paraíso que tal vez soñaron alguna vez.

                                    Torre del Mar 22 – febrero – 2.014