Convertido por méritos propios en uno de los barrios con más solera de la capital, El Palo ha sabido mantener entre sus vecinos, y a lo largo de los siglos, ese orgullo festivo de clan, de saberse parte de un entorno lo suficientemente emblemático como para decirlo todo con un «Yo soy de El Palo». Este amplio territorio de la zona Este del mapa nace en Arroyo Jaboneros y se extiende hasta la carretera de Olías al abrigo del Monte San Antón, y la curiosidad sobre su origen no sólo está en la fecha que dio testimonio de sus primeros pobladores, sino en la propia naturaleza de su nombre. ¿Por qué se llama así? ¿Por qué una denominación tan singular como la de El Palo?
Su origen bebe de varias referencias históricas, y quizás ha sido esa falta de unanimidad sobre la verdadera razón por la que recibió esta denominación la que ha provocado que en torno a este núcleo de población haya crecido más de una leyenda que ha terminado por alimentar la tradición popular. Con el origen de El Palo no sucede lo mismo que con el de otros barrios emblemáticos de la ciudad, por ejemplo el de Huelin, cuyo germen tiene como protagonista indiscutible al industrial de origen inglés Eduardo Huelin Reissig. Al contrario, su idiosincrasia es tal que existen varias teorías sobre su nombre: comenzando por la naturaleza etimológica de la palabra, ésta procede del latín ‘palus paludis’, que significa pantano o laguna. En efecto, antes de que las autoridades correspondientes mandaran desecar estas superficies de agua para evitar la propagación de enfermedades como el paludismo, esta zona de la ciudad se caracterizaba por la numerosa presencia de lagunas, que dieron origen al nombre del barrio.
Aunque esta es una de las tesis más defendidas por los historiadores, existen otras que han llegado a nuestros días. Otra de las más difundidas también está relacionada con el agua; en concreto con una riada que asoló la zona y que arrastró hasta la playa un enorme palo: el tronco permaneció allí tanto tiempo que los vecinos, en su mayoría pescadores, terminaron por adoptar su nombre y convirtieron esa franja de las Cuatro Esquinas en el centro neurálgico del barrio, una condición que se mantiene hasta hoy. Pero existen más conjeturas; algunas más recientes y aceptadas como que en 1908, en la parada de tranvía del barrio, había un palo de madera bastante alto y visible que terminó por identificar la parada -y con ella toda la zona- como ‘la del palo’. Otra de las leyendas populares habla de un barco naufragado cuyo mástil asomaba cerca de la orilla y que era utilizado como referencia desde tierra; o de la presencia de palos en todas las playas de la barriada para que las señoras pudieran agarrarse mientras se daban un baño.Arriba, el tranvía número 16, en su recorrido por las calles de El Palo. Abajo, a la izquierda, pescadores tiran del copo en una playa de El Palo, en una imagen de los años 20. Al lado, detalle de la plaza de las Cuatro Esquinas, centro neurálgico del barrio / SUR Y ASOCIACIÓN DE VECINOS DE EL PALO
Los testimonios más antiguos, datados en el siglo XV, hablan incluso de un título nobiliario llamado Alonso Ximénez, marqués de Palo, que había recibido esas tierras tras la reconquista de la ciudad y que por eso el barrio se llama así. Otros historiadores, por último, defienden que en ese punto del camino hacia Vélez Málaga, en el valle surgido entre las laderas del Monte San Antón y los arroyos Jabonero y Gálica, existió un ventorrillo del Palo que dio origen a este núcleo de población.
Sea como fuere, el nombre de El Palo está instalado en la memoria colectiva y sentimental de la ciudad como un barrio con identidad propia. Aunque el primer núcleo de población documentado nace en torno a la zona de Las Cuevas a finales del siglo XVII gracias a la llegada de habitantes de Motril o Almería atraídos por la buena pesca de la zona, existen referencias históricas de asentamientos más o menos estables desde la prehistoria.
Las lagunas y el rodeo de los Reyes Católicos
Uno de los episodios más antiguos en el calendario con El Palo como protagonista está relacionado con los Reyes Católicos, cuando la zona aún estaba bajo el dominio musulmán e Isabel y Fernando trataban de avanzar en la reconquista para la causa cristiana. El 21 de marzo de 1483, cuatro años antes de la toma de la capital, el Arroyo Jaboneros fue el escenario de una batalla entre las tropas cristianas y musulmanas: la contienda se saldó con la pérdida de cientos de hombres en el bando de los monarcas y con el apresamiento de más de 1.500 musulmanes. Aquella merma en sus filas obligó a los Reyes Católicos a retrasar la toma de Málaga y aquel lugar de la lucha terminó por conocerse como la Cuesta de la Matanza. En 1487, Isabel y Fernando logran conquistar Vélez Málaga y emprender de nuevo la marcha hacia la capital para su reconquista: el avance de las tropas se efectuó por la costa, pero al llegar a la zona de El Palo y Pedregalejo tuvieron que desviarse por el interior para evitar esa numerosa presencia de lagunas y terrenos pantanosos, difíciles de sortear.
Tras el correspondiente reparto de las tierras tras la toma de Málaga, la evolución de la población se desarrolló de manera desigual, de modo que a finales del siglo XVII sólo había censados en la zona 35 habitantes. Uno de los puntos de inflexión llegaría en el siglo XVIII, con el rey Carlos III, que ordenó la creación del camino de Vélez y con ella no sólo favoreció la mejora de la comunicación con la capital; también la seguridad en el tránsito en una franja de costa marcada por las incursiones constantes de los piratas berberiscos.
Esta mejora en las condiciones de la zona, y la orden de las autoridades de desecar las lagunas, animó a vecinos de otras poblaciones a asentarse en El Palo, que en menos de cien años pasó de tener 560 habitantes (principios del siglo XIX) a más de 5.000 (principios de XX). El crecimiento del barrio, y la creencia extendida de que El Palo era diferente, llevó incluso a varios intentos de secesión de la capital. Así se recoge en uno de los documentos del Archivo Histórico Provincial, que confirma las intenciones de los paleños de constituirse en un municipio independiente de Málaga. Una de las fechas de referencia en estos intentos de segregación está en 1834, cuando la población de Miraflores de El Palo, a través de su alcalde pedáneo don Juan Cruzado solicitó la independencia en un escrito dirigido al Ayuntamiento de la capital donde justificaba ese deseo tanto en la extensión del barrio como en el número de habitantes: 1.412 adultos en ese año. La petición popular fue elevada a consultas, pero resultó denegada.
Una de las fechas clave en los intentos de segregación está en 1834. La petición del alcalde pedáneo fue elevada a consultas, pero resultó denegada
Como curiosidad, cabe destacar la referencia que Pascual Madoz hizo sobre El Palo en su diccionario geográfico en el año 1846: el documento confirma la existencia de 257 casas «formando poblado» y 82 «diseminadas por el campo»; 30 alumnos de primera con dotación económica «y niñas sin dotación»; 439 vecinos y 1.846 almas. La actividad económica, además, estaba relacionada con la pesca (en su mayoría), el cultivo de olivos, vides y almendros; así como cultivos hortícolas y cría de cabras. Las conexiones, aún difíciles, con Málaga, no permitieron la creación de un tejido comercial estable, de ahí que El Palo fuera durante muchos años una zona deprimida de la ciudad.
A lo largo del siglo XIX, el barrio experimenta notables mejoras, como la construcción de la Iglesia (1893); el cementerio (1865); el colegio San Estanislao de Kotska a cargo de los jesuitas (1882) o la puesta en marcha del ferrocarril Málaga-Vélez, que tenía su primera parada en El Palo y que facilita de manera definitiva la relación con la capital, antes nula. Además, en aquella época las edificaciones eran sencillas (dos plantas de altura), las calles eran de tierra y aún no existía el saneamiento; aunque a pesar de esas circunstancias el barrio se convierte también en zona de residencia de la pequeña y gran burguesía, que ocupa fincas con huerta y jardín.
El paso de los años y el desarrollo urbanístico de la ciudad terminó por unir la pedanía (así se consideraba, pues tenía alcalde pedáneo) con el casco urbano a través de las zonas residenciales de la zona Este; y en los espacios que antiguamente se destinaban a las huertas surgieron los grandes edificios y con ellos la convivencia urbana con las casas más humildes de la playa y con más sabor del barrio. Esa mezcla se sigue manteniendo hoy en día, de ahí la condición del El Palo como barrio heterogéneo y diverso que, a pesar del paso de los años y las diferencias entre las zonas que lo componen, sigue manteniendo ese orgullo colectivo de saberse parte de un lugar único y con vida propia.