CURAS OBREROS

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Bien venido este encuentro con tantas caras conocidas y amigos. Un encuentro que, aunque suene a tópico, lo motiva un libro que podríamos llamar de los nuestros, de los que nos trae entrañables recuerdos y nos llena de esperanza.
Cuando Luís me llamó para que estuviera en esta mesa, le dije que ¿porqué yo, con tanta gente más idónea y cercana al Movimiento de Curas Obreros, de lo que yo he estado?. Insistió él y Antonio Calderón. Cuando he leído el libro, no solo me he alegrado, sino que agradezco esta invitación.
Por supuesto, yo no desconocía la labor de algunos curas obreros y la importancia de cierto sector de la iglesia, cercana al mundo del trabajo, pero hasta el punto que me ha descubierto este libro, desde luego que no. La narración testimonial de estos casi treinta curas obreros que aparecen aquí, es impresionante, algunas incluso, humanamente desgarradoras, llenas de confecciones íntimas, incluso con buena dosis de ingenuidad, pero sobre todo, sinceras y honradas (por cierto, Luís Pernía no dice nada de su labor cuando nos encerramos los parados en la iglesia de Sto. Domingo en 1976). Me he sentido como cuando uno ve en esos países destrozados por la miseria y carencias de todo tipo, esas vidas de misioneros/as, de entrega total, sin importarles la salud y su bienestar personal por ayudar en semejantes circunstancias; hace que uno se sienta empequeñecido, porque nada tiene que ver con la pobre contribución que yo haya podido dar cuando militaba en el movimiento obrero.
Al hilo de estas vivencias, Pedro Carasa, aprovecha el prólogo para hacer una resumida, objetiva y para mi, interesante historia de la relación Iglesia-Mundo Obrero.
Nos recuerda el divorcio evidente entre ambos mundos en general, que arranca de la oposición rotunda que la iglesia tuvo con relación al liberalismo en el siglo XIX. No ha sabido o querido aceptar el progresismo de los tiempos, actitud que hoy se mantiene. La postura de la Iglesia oficial en las distintas fases de la historia de nuestro país, ha provocado un continuo anticlericalismo; los curas obreros han sido el primer gran intento de desclericalización del clero.
   No cabe dudas, que por esto y por muchas cosas más, la Jerarquía nunca ha visto con buenos ojos esto de los curas obreros; si acaso, han pasado la mano cuando el trabajo era intelectual (profesor o similar); el trabajo manual de un cura no está bien visto.
   Los curas obreros arrancan tras la segunda guerra mundial, en 1944, algunos curas franceses, influenciados por ciertos obispos, conscientes de la descristianización de la clase obrera, deciden hacerse obreros y vivir la misma vida que estos. No sé si es la época en la que Pío XII se lamentaba de haberse ganado la iglesia, la indiferencia de la clase obrera. El Vaticano en 1954, le echa el freno a los obispos para que pongan fin a la experiencia. En España, con el nacionalcatolicismo por medio, a pena subsisten unas pocas experiencias individuales en la clandestinidad. Como tal movimiento, aparece formalmente en 1964, coincidiendo con la reconstrucción del Movimiento Obrero.
   El gran revulsivo para esta movida, no cabe duda, que será el Concilio Vaticano II, que permite que empiecen a organizarse y a extenderse tímidamente por España, que no termina de consolidarse como organización, ante las dificultades de nuestra Jerarquía, la cual no entiende de Vaticano II, ni de nada que huela a progreso. Hay que esperar hasta 1982 para que aparezca organizado El Colectivo Estatal de Curas Obreros en España. Hasta la fecha ha sobrepasado el millar el número de curas que optaron por un trabajo civil, comprometidos en el mundo obrero, de los cuales, dos tercios están jubilados.
   Nos dice también Carasa en este libro, que n o se ha hecho la historia cultural de la aportación de la Iglesia a la Transición en España. Vicente Enrique y Tarancón, arzobispo de Madrid, los Curas Obreros, el Movimiento de Cristianos por el socialismo, la HOAC, la JOC, la ACO, la presencia de sacerdotes militando en la primera línea de la oposición al franquismo, la generación brillante y emprendedora de jóvenes salidos del seminario y enrolados en los movimientos sindicales más radicales, o la otra enorme y callada multitud de sacerdotes y frailes secularizados que ocuparon los puestos de profesores en las aulas de los tres niveles de la enseñanza pública en España pertrechados con una excelente calidad humana y formativa, son unos condimentos imprescindibles sin los que no se explicaría el consenso social y la legitimidad moral que tuvo la Transición en España.
   Efectivamente, yo pienso también, que no le hemos dado la importancia debida a la aportación de este sector de la Iglesia, que a veces me pregunto: ¿qué hubiera sido de ella, de no haber existido?.
    Cuando yo salí del colegio interno con los jesuitas, y tras un año en la Land Rover de Santana de Linares, llegué a la Vers en 1962; todavía era casi de comunión diaria; cuando me ponía a hablar con los compañeros, algunos se reían de mi; me consideraban un ingénuo y engañado por los curas. Eran compañeros mayores, que habían vivido la Guerra, permanecía en ellos todavía un anticlericalismo radical, etc. Conforme iba avanzando el tiempo, veían mi comportamiento, mi relación con algunos curas que ya estaban dando que hablar por su entrega al mundo del trabajo, mi relación con Alfonso Comín, los Hermanitos de “Fucoul” o González Ruiz, la cosa fue cambiando.  (Hablo un poco de Comín)
     Respecto a la relación JOC – Juventudes Comunistas, tampoco fue fácil los comienzos; había muchos prejuicios todavía y los comunistas recelaban de nosotros, porque entre otras cosas, decían que hablábamos mucho de compromiso, pero no se traducía en hechos. Luego se ha demostrado el papel fundamental que jugamos en el nacimiento de Comisiones Obreras y el efecto multiplicador que supuso para que los obreros perdieran el miedo (incluidos los comunistas), cuando veían cristianos y curas dando el callo en los problemas de la clase obrera, prestando las iglesias, etc. (Pepe Casco y García Salve).
    Los recelos evidentes de unos y otros, se terminaron en general, tras el ingreso en el PCE, de personas como Alfonso Comín, López Raimundo, etc., ingreso que aceptaron tanto Carrillo como Dolores Ibarruri, “La Pasionaria”, no sabemos si por táctica política o convencimiento, lo cierto es que las cosas fueron cambiando y no cabe dudas, que ayudó a la Transición Democrática sin violencia.
    Es bueno que se escriba la historia por sus propios protagonistas, aunque como en este caso y en el que influyó en mí cuando escribí mi experiencia, sea para dar pié a historiadores profesionales a que no desvirtúen demasiado la realidad de los acontecimientos.
   Después de este recorrido, no se exactamente como está la situación de los Curas Obreros (quizás Luís no los desvele ahora); espero que no sea como la que estamos padeciendo con ciertas organizaciones , como por ejemplo, en el movimiento ciudadano, donde no entra el relevo necesario para que subsistan. La falta de ideales, la inmigración, el estancamiento de nuestra Jerarquía y otros problemas graves de estos tiempos, hacen necesario la existencia de organizaciones como la de los curas obreros.
 Quiero terminar con algo que le oí a Comín en alguna ocasión: “a la verdad no se llega desde la mera reflexión intelectual, sino tomando partido por los desheredados”. Esto, de alguna manera, se dice también en este libro: “decir una palabra diferente no es lo mismo decirla desde el púlpito que desde la calle o el tajo”. Muchas gracias.
                                  Málaga, 15 de Junio de 2009
Fdo. : José A. Ruiz Muñoz