Cuando uno camina por el paseo marítimo de El Palo y en algo menor medida, el de Pedregalejo, tiene la sensación de estar bordeando el mismo camino inestable. Construidos en los años 80, los paseos marítimos del Este de Málaga se han convertido en tan poco tiempo en criaturas prehistóricas, desfasadas y con el aspecto de no haber sido planificadas a medio plazo.
El Palo tiene el hándicap además de contar con ficus que levantan el suelo, pero los dos paseos marítimos comparten una factura que habría quedado magnífica en la ciudad de Lilliput.
Si el pasillo ya es estrecho, este se achica un poco más con la proliferación de filas de mesas en la vía pública, mientras al otro lado, sentados en los poyetes, abundan los vendedores ambulantes, y también pueden verse sillas un poco más allá, en la playa.
La sensación de agobio no es ninguna exageración, en algunas tardes los paseantes deben andar como en los jeroglíficos egipcios, de perfil.
Contrastan además las pocas hechuras de estos ingenios ochenteros con los desvaríos de muchas casas de la playa, que si bien merecen ser legalizadas, también es cierto que algunos de sus dueños se han dedicado a añadirles alturas desproporcionadas, creando un batiburrillo de casas de tres y cuatro pisos (por el momento, claro, pues la tendencia en Málaga siempre es al alza), que acrecienta la sensación de superpoblación.
Las asociaciones de vecinos de los dos barrios llevan bastante tiempo pidiendo la expansión de las playas y la llegada de un paseo marítimo moderno, ahora que se han colocado esas bonitas pasarelas peatonales en los arroyos Jaboneros y Gálica, eliminado los aparcamientos ilegales en el cauce y la playa.
También es hora de que Urbanismo ponga un poco de freno al desmadre constructor que no cesa, pues hace unos meses fue ejecutada en la calle Bolivia una casa, a modo de siniestra y exagerada torre de ladrillo oscuro, que ni en las peores pesadillas de los 5.000 dedos del doctor T.
La necesidad de un gran cambio en el Este de Málaga no es sólo por estética y para controlar la autoconstrucción: hay cientos de negocios que están aguardando un entorno digno y cómodo para prosperar y de momento sólo cuentan con un estrecho y bamboleante paseíllo. Teclas de un piano viejo y desafinado
Fuente: Alfonso Vázquez
Diario La Opinión de Málaga