En Málaga, qué duda cabe que el espíritu de ‘Vivir’ hace tiempo que ha cuajado en nuestro Ayuntamiento, que ha tenido el acierto de llenar muchos rincones muertos con parquecitos infantiles. En ocasiones, en lugares inesperados pero con gran éxito de público y crítica como el patio de entrada del Hospital Noble, una necesidad para ese barrio escaso de equipamientos sociales como es La Malagueta. En otras, sin embargo, la maquinaria administrativa se bloquea por algún problema urbanístico y a falta de soluciones son los propios vecinos los que se costean los aparatos, como le ocurre al parque infantil del Arroyo España, que por la veteranía de los juegos parecen contemporáneos de la primera etapa del programa Barrio Sésamo. Ni que decir tiene que las instalaciones no son homologadas aunque sí propensas a la proliferación de ‘mataúras’ en los usuarios.
Pero por regla general, y salvo excepciones como la anterior, nuestro Consistorio ‘reforesta’ de parques infantiles rincones muertos o aquellos solicitados por los colectivos vecinales.
Uno de estos rincones muertos se encuentra en la entrada al aparcamiento del campo de fútbol de San Ignacio, en El Palo, en concreto en la calle Julio Gómez.
Acompañado por la sombra de un par de ficus y en un lateral, por un grupo de plantas crasas, el tamaño del equipamiento es ciertamente escueto, un puro aprovechar el espacio para meter con calzador apenas una chorraera con un poco de ínfulas (la clásica estructura en forma de torre vigía que permite al niño pensárselo antes de lanzarse por ella).
Y ciertamente, tendrá que pensárselo, porque el parque, destinado para menores hasta 10 años, es tan pequeño que termina en una valla a un tiro de piedra de la chorraera, así que si el nene se lanza con demasiado ímpetu, ya me dirán. Lo mismo esta escena de ‘Vivir’ de Kurosawa termina con un impacto súbito, digno de una película de superhéroes. A usarlo con tranquilidad.