De purísima y oro. Los flamencos cantan a Sabina

Por eso, debo reconocer que cuando leí que los flamencos iban a grabar un disco versionando sus canciones, me alegré y pensé que trabajar en este proyecto debía ser un verdadero lujo. Me sentí menos atraído cuando vi los artistas que participaban. Y ahora, con el trabajo entre las manos, debo confesar cierta decepción, porque se trata de otro despliegue comercial para vender discos…

Pero claro que este planteamiento es el mío, que soy flamenco, y consumo flamenco. Otro cantar será el que impere para aquellos amantes de la música de Sabina, y que gusten de las versiones. En estos casos, este disco será para el estante de las curiosidades.

Las propuestas son variadas, como debe ser. Hay quien ha cogido el tema de Sabina y lo ha cantado tal cual, otros que le han puesto un compás más o menos flamenquito y “tira p’alante”…, y otros que lo han adaptado a las formas flamencas más genuinas. Unos utilizan un despliegue instrumental a lo Aretha Franklin y otros optan por la guitarra sola con unas palmitas.

Y es que el perfil de los artistas que intervienen se presta a todo en el ámbito creativo:

De India Martinez, Sandra Carrasco, Niña Pastori y el Negri no podíamos esperar más de lo que han hecho, que es un mero ejercicio de interpretación. Participa también José el Francés, que continúa con su línea pseudo-americana con leves conatos vocales que luchan por acercarse al concepto flamenco pero que no lo consigue. Carmen Linares decepciona con la obra más famosa del autor “Pongamos que hablo de Madrid”, con la que el Maestro Morente, hace años, dio una clase magistral de cómo se debe versionar con claves flamencas una canción de este corte. Martirio se atreve con osadía a abordar una canción cuyos acordes nos recuerdan la descomunal colaboración de Chavela Vargas, recientemente desaparecida. De Pitingo tampoco se podía esperar otra cosa que no sea la más absoluta indefinición porque no es Sabina, ni Pitingo, ni flamenco, ni soul, ni góspel, ni yo qué sé…. Joana Jiménez sigue en su línea de alarde de voz, y es que realmente puede… Antonio Carmona imprime el punto salsero que tanto cultiva últimamente en sus trabajos discográficos. Y finalmente nos quedamos con Arcángel que borda un “Calle Melancolía” flamenco y arriesgado, y José Mercé, que es el mayor contrapunto del disco, en forma de soleá por bulería. Se nota que Mercé se ha tomado en serio dar un nuevo planteamiento a su trayectoria que implica una línea mucho más enraizada en la ortodoxia.

Así que los flamencos cantan a Sabina, pero no consiguen hacer que Sabina sea flamenco, a excepción de estos dos últimos. Seguramente ese no es el objetivo y yo le estoy pidiendo peras al olmo, pero en cualquier caso, yo ahora me acuerdo de Morente, que consiguió que “Pongamos que hablo de Madrid” sonara mejor en su voz y en flamenco que en la voz de Sabina. Lo hizo con naturalidad, pero sabía que sólo saldría bien si conseguía ese resultado; y no sé por qué, pero me da en la nariz que para este disco los artistas que intervienen, a excepción de Arcángel y de Mercé, no tenían esa misma motivación