Del Castillo apela a los no creyentes y les invita a conocer las cofradías

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Fue una continua apelación, de principio a fin, para que aprendan a conocer las cofradías, y después, a respetarlas. El presidente de Graduados Sociales, que ayer se subió al escenario como cofrade de los Gitanos, se mostró como un cristiano comprometido y enamorado de su ciudad y de sus tradiciones.
El suyo no fue un pregón típico. Aunque incluía tópicos. Quizás demasiados. Y no lo fue, porque por primera vez alguien ha osado a no dedicar una parte del texto a hacer referencia explícita a cada hermandad o sagrado titular. Alusiones había y muchas a casi todos ellos, pero ninguna directa. Supo jugar hábilmente con la metáfora: “Qué ocaso de madrugada, la blanca Luz en la noche”, puede que refiriéndose al Cautivo; “Los mismos que le alfombran el camino, pidieron luego su muerte”, en insinuación a la Esperanza; “Por eso cada año, en Málaga, celebramos que nos hizo libres por la Palabra, liberando a un preso”, citando al Rico…
Nada más empezar y saludar al auditorio, dijo: “A Cristo hay muchas personas que desean hacerlo desaparecer. No tienen en cuenta que nunca ha habido nadie como Él, que haya hecho tanto bien a todos. ¡Nunca!”. El primer párrafo fue de lo más contundente. Fue su presentación como cristiano comprometido. Aunque no el último, ya que la parte final tuvo una notable profundidad cristiana.
Como cofrade, sabe cuál es el sentido de la celebración: “Algo material muy importante se produce en esta ciudad dimanado de su Semana Santa. Es el más profundo análisis, revisión, puesta a punto y reparación del motor económico que es el turismo. Cuidémoslo, sin olvidar el origen”.
A Málaga dedicó la primera parte de su alocución. “Una ciudad maravilla”, la definió. “Málaga es especial. Es mágica. Te atrapa, como sirena que es del mar de sus encantos”, agregó. Es una ciudad que no para de crecer, que disfruta de nuevos e importantes equipamientos y que tiene en la Semana Santa “su mejor poesía”. Por eso volvió a pedir respeto, pero respetando para poder exigirlo luego.
El pregonero reconoció verse superado por las tradiciones malagueñas. “A mí me puede el Barroco que tenemos. Sus combinaciones luminosas. Sus altares adornados con flores y ornamentos. El incienso. Las velas y sus candelabros…” Apostó claramente por conservar los traslados, que son los mejores pregones de cada hermandad, pero que “deben seguir siendo pregón, no Semana Santa”. Hizo elogio del tamaño de los tronos y del modo de llevarlos al hombro, sin alardes de fuerza (“Dios está por encima de todos”). Sintió añoranza de los antiguos tinglaos, “escuelas nazarenas y bocetos humildes de casa hermandad”. Se posicionó en defensa de la presencia militar en los cortejos: “¿Cuántos de ellos se habrán sentido desprotegidos en la aterradora soledad de la trinchera, y habrán rezado, llenos de sudor frío, acordándose de su desfile en la Semana Santa”. “A esta tradición malagueña le está pasando como a las casas de La Coracha, que nos quedamos sin ella. Y lo consentimos”, proclamó.
En su intervención, desafió también a los jóvenes, a los que pidió mayor empuje si quieren ser los herederos y asumir cargos de responsabilidad en las cofradías. Y, quizás en la parte de mayor transparencia personal, rezó un bello credo cofrade con el que hizo protestación pública de fe: “Él nos enseñó el Camino. Es Él. Él es la Luz, la Verdad y la Vida (…) Yo creo en Él. Él me ha ayudado siempre (…) Yo creo en la Virgen Santísima e Inmaculada. Creo que nos acompaña siempre”, significó.
En pequeñas dosis sacó a la palestra asuntos de actualidad, situándose al lado de la Iglesia, como la familia o el aborto. “Por la familia, por la vida, por la auténtica relación de amor entre las personas”, subrayó. También llamó a los cofrades, para que saquen pecho ante las dificultades y no se avergüencen de serlo y terminó invitando a los asistentes a rezar un Padrenuestro y un Ave María

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Fuente: La Opinión de Málaga