El otro día escuché que un joven llevaba año y medio en la cárcel, alegando inocencia, desesperadamente convencido, él, su familia, su entorno, de estar sufriendo una fragrante injusticia.
Los hechos comenzaron cuando perdió el móvil, según su propia confesión, y en consecuencia avisó a su compañía telefónica para dar cuenta del suceso y solicitar que se le bloqueara el artilugio de comunicar.
A los dos días de la llamada, el móvil perdido, fue encontrado por la policía en el lugar de un robo a los ocupantes de un coche embestido por una banda de ladrones.
La policía hizo sus diligencias, su tarea investigadora, su rueda de identificaciones, el juez su instrucción, la acusación ató cabos, acusó y la justicia, más rápida que lenta curiosamente, condenó al joven junto a otros “compinches” a 10 años de cárcel por ese acto criminal.
Desde entonces la familia de ese condenado proclama y lucha por la inocencia del joven que, recuerdo, ya lleva año y medio encerrado entre barrotes. No han surtido efectos ni las apelaciones al Supremo, ni la petición de indulto, . . . ni la declaración de los otros condenados por el robo citado que niegan conocer al muchacho que cumple condena por la fechoría de quienes niegan conocerle.
Uno no tiene suficientes datos para decantarse por la “necesaria verdad” que urge se aclare en justicia y con todas las garantías para asegurarse de que no se está cumpliendo, efectivamente, una injusticia.
Sin embargo hay algo que si me ha llamado poderosamente la atención en la presente noticia y que me ha hecho pensar que “algo” no acaba de ir bien del todo. . . en este país del “una vuelta más a la tuerca de apretar”.
Y es que me ha recordado aquello de que cuando uno asesina a otra persona es un asesino y cuando alguien ordena el asesinato de miles de semejantes . . . solo es un estadista.
A diario estamos asistiendo a proclamaciones de “inocencias” irrebatibles, por la parte que les toca a los sospechosos, presuntos y pillados al traspié, tan decididos en defender, naturalmente, su inocencia contra viento y marea y a favor de sus intereses, incluso, se supone, que a favor del esclarecimiento de la verdad se antepone el despliegue de artimañas, legales y evidentes, para que ¿la justicia triunfe? Y el “ofendido inocente”. . .aunque no lo parezca. . . se vaya de rositas. . . pues por eso . . . que todo ayuda a escaparse vivos “los vivos”.
A pesar de que las evidencias canten lo contrario, a pesar de que la presunción ya suene a escarnio, con todos los derechos a defenderse a favor, como no puede ser de otra manera, a favor del acusado. . .aunque cueste tragarse que no es verdad toda la mierda que apesta en el panorama y que las moscas no andan rodeando “el cuerpo sospechoso por purita afición”. . . pero en fin.
Así resulta chocante y hasta sangrante, añadiría yo, que ante el rosario de “evidencia criminales o casi” los recursos y las presunciones de inocencia se alarguen, se eternicen, hagan su función de dormirse en el proceso judicial . . . en el limbo de una justicia que no acaba de ciscarse en la aplicación de unas conclusiones determinantes, contundentes, en tiempo, a favor o en contra, con la urgencia de una “justicia imprescindible”, desarrollando unas sentencias que acuerden decidir y “mojarse” sobre tantos actos, como poco, “sospechosos”, cuando no vergonzantes y literalmente canallas y mendaces. . . aunque estemos hablando de hombres y mujeres de ¿gran relevancia social?. . . pues igual por eso mismo.
Porque no es de recibo que rápidamente se determinen condenas de 10 años de reclusión, efectiva y concluyente, para chorizos de al por menor y aquí andemos dándole vueltas a la “presunción y al cachondeo” dale que dale, hasta que entre todos los barandas de arriba logren que ¿olvidemos?, de que el bebercio del cáliz de las culpas de los “sobresalientes” en el estatus social acabe por desvirtuarse y evaporarse. . . pues igual . . . de eso se trata. . . aunque “todo sea verdad menos alguna cosa”. . . verdad y mentira que, a la vez, no dicen nada, lo proclame el porquero de Agamenón o lo lea de corrido el presidente del gobierno.
Y por esa razón el desaliento avanza y se instala en el desánimo generalizado, y la cangrena hurga y se extiende imparable, y acaba por no importar nada que nos sigan pisando y pasando. . .porque es muy tentador darse por vencidos, porque sería intolerable no dar la batalla . . . porque en esa batalla se encuentra la imprescindible bocanada de vida digna y decente que aún nos resta por presentar. . . ante el desaliento que nos atenaza y hunde . . . poco a poco, . . . mientras los chorizos de poca monta cumplen sus condenas en el trullo, culpables o inocentes, y los presuntísimos chorizos de postín anden mareando a la perdiz hasta que caiga en el envite ¿la justicia en entredicho? . . . o ¿la injusticia a paletadas?.
Torre del Mar 23 – junio – 2.013