DESGRACIA

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Recuerdo, hace ya demasiado tiempo, cómo proliferaban las obras de teatro en los barrios, en las ciudades, el culto al libro se vivía como una esperanza de una sociedad mejor, incluso existía una biblioteca itinerante sobre ruedas (“Bibliobús” o algo así se denominaba. No sé si seguirá existiendo este servicio; espero que sí); la gente intercambiaba tebeos y novelas (siquiera fueran las de Marcial Lafuente Estefanía); la curiosidad y la capacidad de sorpresa aún eran diosas vivas.
 Cambian los tiempos y de nuevo se impone el mal gusto, la peligrosa ignorancia, el desprecio al saber (asumido y tolerado incluso por quienes deberían apoyarlo). Los nuevos bachilleres desconocen a los grandes hombres y mujeres; los únicos que podrían ayudarles en su crecimiento. Es lamentable, por desgracia, el progresivo empobrecimiento en nuestros jóvenes. Hay que hacer algo.
Mientras tanto, el “perro” de Max, don Latino de Hispalis, ríe cínicamente y bebe aguardiente de garrafón junto al cadáver del genio.
 

Antonio Caparrós Vida