La nómina de artistas convocados hace sospechar que la de ayer (junto a la sesión de hoy, en el mismo lugar y a la misma hora) da cuerpo a la mayor concentración flamenca de las últimas décadas. Faltaron pocos artistas de entre los anunciados, aunque quizá fue tan extenso como la gala el 'bullebulle' de que no acudiera Paco de Lucía, de baja por enfermedad. Por lo demás, flamenco, jondo y memoria, alegrías, tangos, bulerías, seguirillas, el rock flamenquito, el arte mayor y el jaleo final. Una fiesta de cuatro horas, guiada por el dúo Gomaespuma, que tuvo como protagonista ese sonido viejo del toque de Moraíto Chico, que tiene extensión en su hijo Diego del Morao.
Abrió senda Miguel Poveda arrancándose por seguirillas que enlazaban con bulerías y ponían el remate con la elegante copla 'aflamencá' de la que es gurú y guía. Saliendo del escenario con una 'pataíta' que cada artista repetiría dándole a la cita un subrayado de fiesta en marcha. Desde ese momento, todo fue algo así como un calambre cuya corriente alimentaron después las bulerías del Vicente Soto, Sordera; los tangos y más bulerías de la elegante Marina Heredia; Duquende, 'acamaronao' a conciencia; la gracia 'segurillera' de Fernando de la Morena; el recuerdo de Arcángel a Enrique Morente (del que anteayer se cumplió un año de su muerte); y ese cante de Jerez puro que encarna El Torta, feroz en las bulerías y que desató una ovación de mucho decibelio.
Esta aventura tenía detrás, como impulsores, a Diego El Cigala y Juan Verdú, entre otros. La noche no se detenía. Y apareció, algo a bulto, el maestro Diego Carrasco junto a los Rockeros Canasteros (Raimundo Amador, Jorge Pardo y Tino di Geraldo). Entonces la noche asumió compases de delirio sin manuales. Así llegaron después El Negri y Antonio Carmona… Hasta que volvió el flamenco cabal con El Cigala y, para rematar, el Cuadro de Jerez, donde el jaleo y la bronca adquirió su brasa de hogar y tornado de palmas, baile y voces. La bulería fue el cante de querencia. Como lo fue para el toque de Moraíto Chico, uno de los reyes de este palo.
La gala se prolongó más de lo esperable y tuvo sus caídas, sus improvisaciones, sus momentos en que la noche no hacía pie en el escenario. Pero se trata, en definitiva, de un homenaje, de un tributo, de la fiesta en memoria de uno de los grandes. Así que todo está permitido. Allí estaban los suyos, su ancha familia de noche y fatigas. Los del Barrio de Santiago y aledaños, la tribu inagotable de los flamencos buenos. Y Moraíto, que no desapareció en ningún momento de la escena.
Fuente: Diario El Mundo