E L B U C L E P E R F E C T O

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Nos cuentan ahora que el aeropuerto de Ciudad Real, de coste unos 450 millones de euros, paralizado en el limbo del no funcionamiento desde hace diez años, puede ser vendido a una empresa china por 10.000 euros, y parece justificarse esta barbaridad hablando de que “el mantenimiento” será muy oneroso, sin parar mientes en que los 450 millones ya fueron puestos a cargo del pueblo llano, el pueblo esquilmado, el pueblo dócil y sometido, . . . mientras nos aseguran que ese aeropuerto en funcionamiento puede ser la gran puerta de entrada de productos chinos para el mercado nacional.

                                                           Y entonces uno cae en la cuenta que en realidad y a raíz del desencadenamiento de la crisis, la cacareada crisis, la del pinchazo de la burbuja, prácticamente todo lo de valor que se haya podido encontrar en “nuestro territorio patrio”, ha sido vendido, o mejor mal vendido, a empresas de todo pelaje, peor de dudosa catadura, fondos buitres y cía, a precios de ganga, en un alarde de suicidio de un país puesto en venta como almoneda.

                                                           Y entonces todo tiene sentido.

                                                           Y uno recuerdo cómo en el cuento de Hans y Gretel la bruja trataba de engordar a los niños cautivos para intentar devorárselos . . . bien gorditos y rellenitos.

                                                           Algo parecido como ha sucedido con el negocio del vino que a pasado a manos del “gran capital”, es decir en pocas manos de las que se desconoce su rostro, y que mangonea a su gusto sin cortapisas de ninguna clase.

                                                           Y todo suena a demasiado planificado, desapasionadamente puesto en práctica con intención fría y calculadora.  

                                                           Tras “haber tocado a rebato”, tras los años de “esplendor y derroche” el desmantelamiento fue “imprescindible y necesario”. . . y se cerraron negocios, se malvendieron empresas, máquinas a precio de saldo, inmuebles como de baratillo,  . . . mientras crecía el desempleo y el desamparo, . . . hasta lograr la paradoja que no es tal paradoja:

                                                           “Cuánto peor estaban las cosas y cuando los negocios caían en quiebra, más rápido se incrementaba la rentabilidad de los negocios que habían logrado sobrevivir”. . .

                                                           Y de paso “los desempleados rogarán un trabajo, en las condiciones que decidan los de arriba, en condiciones de precariedad e injusticia social flagrantes. . .”

                                                           Y entretanto la insolencia de los bancos que han contraído unas deudas desproporcionadas exigirán subvenciones, ayudas gigantescas, amnistías a sus desbarres, . . . y “aquí paz y allá gloria” y que paguen . . . o que paguemos los de siempre.

                                                           Y nada volverá a ser como antes . . . hasta que lo decidan los amos del mundo. . . cuando les venga bien.

                                                           Y entonces el bucle perfecto habrá culminado su letal efecto.

 

                                                           Madrid – julio – 2.015