El machista cree que su semillita le da derecho a ejercer un despotismo barato y ruin. El machista es un niñato que nunca crecerá, porque no quiere, porque tiene pánico, porque huye de todo compromiso y responsabilidad, por innoble tendencia y condición a ser peligroso, hasta la náusea contra quien cree más débil, tan perverso como para cebarse en quien puede dominar y acoquinar, hasta el sadismo más insoportable, hasta la imparable maquinación que vaya aniquilando. . .aquello que podría, precisamente, salvarlo.
El machista es, sin duda y por necesidad de proclamarlo, la hez de la naturaleza humana, por su incapacidad absoluta y emponzoñada de ponerse en el lugar de la otra parte, castrado para amar con generosidad y respeto, para la renuncia de su egoísmo voraz y maligno.
El machista es calculador y esboza añagazas y estrategias para redoblar su rol dominador, desde su complejo insuperable por sentirse. . . una mierda, por su reconcomida ruindad para machacar cuanto de vivo, de fresco, de bello, de digno. . .le rodee. Porque el machista odia ser, sencillamente, justo, tal vez porque no se lo enseñaron, seguro que porque no sabe ni quiere escapar de su voluntad de seguir. . .haciendo daño.
El machista pervierte cuanto dice que ama. El machista golpea cuanto perjura que ama.
El machista exige respeto cuando machaca y humilla.
El machista ruega comprensión cuando menosprecia y avasalla.
El machista es una rata que ataca cuando se ve descubierto, puesto en evidencia, porque no dispone de otros recurso que el odio que destila su miserable condición.
El machista es una escoria inhumana que necesita ser desenmascarado, porque el machista vive del disimulo y la mentira.
El machista tiene tentación para presentarse como víctima, porque es incapaz de aceptar la iniquidad de su actitud cobarde y mezquina.
El machista no es nada cuando queda desactivado, puesto en evidencia.
El machista solo es el reflejo triste de una educación equivocada y consentidora.
El machista es la excrecencia que habrá que arrumbar hacia el rincón de su condena más inapelable, porque el machista no debe tener ni la menor consideración, siquiera como para tenerle en cuenta, como no sea para relegarle a su desaparición por cualquier medio que lo haga desaparecer de nuestra vida cotidiana, de nuestra convivencia humana, respetuosa, digna y decente.
El machista no tiene perdón. . .porque sabe que “ha hecho daño”, sabe que “no ha sabido amar”, sabe que ha hecho todo lo posible a “ofender y humillar”.
Madrid 2 – enero – 2.015