E L O D I O

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El odio se expande como un miasma pútrido e voraz, aniquilando cuanta hermosura pueda ponerse a su alcance. . . hasta acabar con cualquier resto de dignidad y decencia humanas.

                        Se comienza  por actuaciones que se consideran anécdotas, apenas rechazables, como cuando se toleran esas “supuestas 0NGs” que “reparten comida solo para españoles” y se permite que continúe y se instale el mal ejemplo, la nauseabunda actitud de quienes tal vez necesiten odiar para sobrevivir, cuando es tan fácil y tentador enfangarse en el odio hacia los más débiles.

                        Así nuestro actual gobierno supo dar buen ejemplo de dicha miserable disposición, cuando supo dictar, sin que le temblara la desvergüenza, que los inmigrantes ilegales quedaban excluidos de la asistencia sanitaria pública y gratuita. Y ya se nos va olvidando tanta afrenta a la dignidad y los derechos humanos.

                        Ahora en Francia un escándalo recorre ¿las buenas conciencias? de su ciudadanía, ante la canallada de negar sepultura a una niña gitana de dos meses y medio, muerta en su chabola pegada al municipio que se “siente tan francés”, extramuros de los derechos de cualquier francés. .  . ¿de primera clase?.

                        Y dicen las crónicas que : “El caso ha generado una importante ola de indignación y vergüenza”.

                        Pero la xenofobía y el odio siguen creciendo en los corazones de demasiada gente que tiene miedo de perder. . . la poca miseria que le mantiene medio vivo, creyéndose que aún tiene más derecho que su vecino a seguir . . . “con el agua al cuello”, mientras consiga hundir a quién aún se encuentre peor que quien o quienes solo saben ¡odiar!.

                        Y es que uno se pregunta : ¿Qué se había merecido el pequeño bebé muerto?. .  .¿Tal vez su abandono a la descomposición en campo abierto?.

                        O también ¿qué habrán de merecerse los no españoles sin derecho a acudir comida y ayuda a esas ONGs tan patriotas?. . . ¿tal vez su abandono a su desaparición por inanición . . . y por haber venido adónde nos les querían, ni les quieren?.

                        Y aún ¿nos permitiremos seguir llamándonos “seres humanos”?. .  .ante tanta inhumanidad.

                        Mientras nos erigimos “miserables patriotas” tras nuestras fronteras construidos a fuerza de miedo y odio, a partes iguales.

 

                        Torre del Mar   enero – 2.015