Tuvo a bien la soberbia del Consejero de Sanidad de Madrid espetarnos a todos «los pobrecitos» que aguardábamos sus explicaciones que: «Si tuviera que dimitir dimitiría sin problemas porque él había llegado a la política «comido». Y uno no sabe qué decir ante tan rotunda y peregrina afirmación sobre la asegurada nutrición del mandamás madrileño, que por lo visto venía ya bien abastecida con anterioridad a su despliegue político, ¡pues muy bien!. aunque uno sospecha que esa manifestación de pomposa autoafirmación no venga al caso o simplemente se referiría a su ámbito íntimo, .
Tal vez para que se sepa que el sujeto en cuestión nunca fue «un muerto de hambre», en buena hora, y uno se alegra por él aunque puede sospechar que, al tener la barriga bien satisfecha, la sensibilidad acabe por empantanarse y dejar de comprender que, por ejemplo, no todo el mundo pueda presumir de la misma condición del Consejero, cuando resulta harto difícil llenarse la barriga a diario y presumir de ello.
Y es entonces cuando uno vuelve la mirada hacia el pueblo que ha de sobrevivir, decente y digno, en las condiciones más precarias, bajo las presiones más insoportables, por magros sueldos que aseguren con cicatería la posibilidad . . . de comer a diario, ¡mecachis!. . . cuando resulta que, a menudo, los trabajos que proporcionen esa pitanza diaria sean duros, desagradables, sacrificados, puestos en cuarentena. . .por muchos empresarios especialistas en poner al trabajador en el disparadero de la sospecha permanente.
Y es que vista la petulancia incompetente del Consejero, uno regresa a la trabajadora debatiéndose por su vida, contagiada desgraciadamente por el virus que creímos o creyeron que solo atacaría lejos de nuestras fronteras, puesta en la acusación solapada de su error ¿apuntado, inducido?. . . ¿responsablemente asumido por la auxiliar de enfermera en condiciones terribles. . .?, tal vez para que los bien comidos se alivien suspirando, mientras que uno prefiere detenerse en la valía de la entrega y el trabajo de la auxiliar que, desgraciadamente, permanece en estado crítico, una profesional que se presentó voluntaria a un trabajo indeseable, seguramente, por la mayoría, para tratar, atender, recoger, limpiar. . .a unos enfermos terminales, sus fluidos, vómitos, diarreas, esputos, . . sin aspavientos, sin necesidad de asegurarnos si han ido a trabajar. . .»comidas o no», «las pelanas» del escalón más bajo, como aseguran miserablemente quienes se empeñan en recordarnos que ellos están «muy bien comidos». . . y que pueden quedarse o irse al gusto. . .sin mayores problemas. . .
¡Pues ya es hora que sepan elegir la mejor opción! Mientras uno vuelve a recordar, cuando planteaba a sus alumnos, quién era más importante, o el cirujano en su quirófano o quién tuviera que tenerlo impoluto para que trabajara aquel. . .Y oigan, mis alumnos acertaban siempre.
Torre del Mar octubre – 2.014