E L T R I U N F O

Y es que hay algunos clubes de fútbol, en este caso, el Barça y el Real Madrid, por lo que nos roce y toca, no contemplan la menor sombra de derrota que les turbe y conturbe. ¡Infelices!.

                                               Cuando solo pueden y deben ganar y ganar y ganar continuamente, como para que no soporten la no victoria, el no triunfo, la no derrota, . . . ahora que ya se anuncia la catástrofe, exactamente y en este calendario de fin de curso futbolero cuando se confirme que el Real Madrid se vaya a quedar con un palmo de narices, sin un triunfo que llevarse al glorioso palmarés, ¡lástima!.

                                               Como para que su presidente, el inefable señor Florentino, ya sueñe con volver a intentarlo comprando muy caro, comprando más caro, comprando al precio estratosférico que pidan, porque parece que esa será la clave de la victoria, del triunfo, del éxito que se les torne resistentes. . . al club que solo puede ganar, ganar y volver a ganar.

                                               Empezando pues con el señor entrenador, el santo varón Carlo Ancelotti, tan señor él, tan comedido e integrado en el sistema, el señor Ancelotti que, en cualquier caso se llevará una pasta, mientras ya le buscan el relevo, con el talonario de por medio, cueste lo que cueste, porque solo cabe malacostumbrarse a vivir encima de los laureles que solo pueden ser propiedad del “¿primer gran equipo del mundo?”, con un despliegue inabarcable de millones y millones, por encima incluso de la propia teoría del fútbol que nació. . . ¡oh! como un deporte.

                                               Y con el gran astro, el señorito CR puesto asimismo a macerar por si “sus prestaciones” no son decisivas, porque solo puede aspirar al liderar a un equipo campeón una y las enésimas veces siguientes, sine die.    

                                               Como aquel fútbol que nos enamoró de pequeños, cuando los protagonistas éramos nosotros, esforzados ganapanes por la victoria que se nos ponía cuesta arriba a pesar de la goleada que no iba endosando el equipo contrario, y no nos dábamos por vencidos, tan felices, tan entusiastas, tan inasequibles al sueño de parecernos, siquiera en nuestras infantiles imaginaciones, a nuestros héroes del equipo que nos hacía soñar, sujetos con pasta de jabón a la chapa con que pasábamos los recreos jugando a ganar o a perder según el golpe acertado .  .. a la bolita de papel prensado.

                                               Ahora que solo cabe el triunfo caigan quienes caigan, aunque se lleve la marea ansiosa por los éxitos inaplazables a nuestros mejores, cuando hasta hace tan poco creímos a creernos que serían por y para siempre patrimonios nacionales. Y es que esta vez ya le ha tocado a Iker Casillas, el guardameta salvador en el Campeonato mundial en el que España alzó la copa de campeón, arrastrado por la marea  de la insensibilidad más cruel e injusta.

 

                                               Torre del Mar    mayo – 2.015