E N E L M U N D O . . .

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. . . que nos está tocando vivir. Pues por eso mismo, en el mundo de farsantes, fanfarria y farfolla, y que viva el disimulo y la apariencia, porque resultaba que era tan importante saber con quién se fotografíaba uno para luego presumir. . .que él que se había dejado retratar era «de mucha influencia y gran seriedad», y es que eso era lo más importante, por lo visto, que entre pícaros, chorizos y demás ralea de mangantes el juego estaba servido, nada por aquí, nada por allá, la bolita ¿dónde está?, en el juego perfecto de la burla y la fullería.

Tan bien que se entendían, con el penoso espantajo, jovencito meritorio, haciendo que hacía y comunicaba. . .pillos e influyentes, gente de gran poder con arribistas de toda laya, en un infumable artificio de la nada por la nada, como si el traje hiciese al gran prócer, entre tiralevitas engomados de ínfulas sosas y chirleras, por la razón de sus vidas, reencontrarse en la pose perfecta, «poniéndose en contacto», último fin vital, por dar el pelotazo o arañar unos miles de euros para seguir disimulando que ya no se sabía. . . ni quién era uno.

Y esta es la mierda de mundo que han logrado conformar, como si esa fuera la única manera de triunfar en el océano de los escualos bípedos, tan amartelados en sus «comidillas» pasadas de caducidad retrógrada, luciendo las antiguas poses de sus hipócritas comportamientos.

Hasta que al personal se le fuera quedando «caras de tontos», según cuentan, habiendo pagado al ocupapijo la mensualidad de 5.100 euros a lo largo de un año, como para que ahora solo aduzcan «caras de tontos», ¡sin más!, en otro alarde de cara dura para que nos vayamos creyendo la «bola», cuando los peces gordos van devorando pillastres engominados, una vez usados y tirados, para que ahora se inventen el cuento del «pequeño Nicolás». . .como si de un friqui se hubiera tratado y «pelillos a la mar». Y que siga «este mundo» a su aire farisaico y molón, doblegados ante «poderoso caballero don Dinero», entre tanta impostura e impunidad de los verdaderos e implacables muñidores del hundimiento moral de una sociedad que solo sabe «aparentar», «disimular», y «vender su alma al diablo por llenar la bolsa de doblones de oro». . .con los «pequeños Nicolás» aprendiendo el oficio de sus mentores, ¡Pues muy bien!

Y además ya se sabe que casi nada ni nadie es lo que parece. . .y los peces gordos siempre e esconden ante lo evidente.

Torre del Mar octubre – 2.014