Como para que sigamos bajo el paraguas de “las buenas maneras”, del “orden establecido”, para que nada cambie por mucho que se disimule que la regeneración ya está aquí. . . y que “España va muy bien” por mucho que nos lo repitan de las áulicas alturas.
Tras haberse cometido todas las tropelías habidas e inimaginables, desde hace tanto, desde el segundo cero de una legislatura que ha laminado las expectativas de una “clase media” que ha debido escoger el camino de la mezquindad.
Como para que después de tanto sacrificio impuesto, oficial, institucional, hagamos como que se nos vaya a olvidar, obsesionados por mantener nuestro estatus venido muy a menos, mientras van aprendiendo a la carrera los dirigentes que optan a la reelección que, seguramente, “estamos en sus manos”, ahora que ya saben que es muy fácil engañar a . . . la clase media.
Aferrados entonces a esa “seguridad” desolada, en cueros, recortada, con la fe puesta en los mismos líderes que nos esquilmaron, incluso con el desengaño encarnado en la propia decepción de cuanto no se ha conseguido. Burlados una y mil veces, cancerberos de nuestros propios miedos, suponiendo que aún, en harapos, seguimos siendo gente de respeto, porque no queremos abandonar esa clase media” que nos tranquilice porque, “además de cornudos apaleados”, nos siguen dejando estar cerca de ellos, como si fuéramos de su conveniencia, cuando ellos lo decidan, para su propio interés, como fijosdalgos “hideputas” que solo aspiran a su honra desvencijada, desvalijada, con la bolsa birlada . . . por los mismos “hideputas” que dominan el corral puesto a su cargo, mamporreros del poder del dinero, del poder que todo lo puede, pastoreando la clase media sumisa y servil.
Tal vez como para seguir recordando, con lágrimas en los ojos, aquello que gritaban nuestros antepasados: “¡qué vivan las caenas!”.
“Esa clase media y su discreto encanto”.
Torre del Mar diciembre – 2.015