EL ARTE FLAMENCO HOY: UNA VISIÓN CRÍTICA

Escritor es todo el que escribe. Otra cosa es el estilo, la sintaxis y la ortografía. Y las ideas que sostienen el pensamiento flamenco. Por lo demás, una herramienta de escritura y un soporte en letra impresa o digital posibilitan un escritor (o una escritora, pues lo dicho vale en femenino). Del acierto y bondad de lo escrito, dejemos que sean los lectores los que digan la última palabra. Es lo justo.
 
Como “escribir en España es llorar” y escribir de flamenco lo hace todo el mundo, es en las llamadas semanas culturales o ciclos de conferencias donde el escritor encuentra su maná. Éstas adolecen de criterio en la mayoría de los casos. Los temas se repiten y los participantes lo son en base a méritos extraflamencos, como el amiguismo, la cercanía al político de turno o la capacidad para las relaciones públicas del invitado. Otras veces, es el ofrecimiento personal a cambio de lo que los organizadores quieran darle, pero que se acepta de buen grado con tal de salir en los papeles. Por eso, hoy dan conferencias hasta los que no saben hablar.
 
Aquí, investigar, lo que se dice investigar, se investiga poco. Que investiguen otros. Y eso hacemos, dejar que lo hagan los demás y dedicarnos a plagiarnos los otros a los unos. Tal vez por eso, el archivero mayor -el que lo tiene todo-, acusaba a otros de enterados, listillos, plumillas, gacetilleros, copiones…Palabras obscenas, cargadas de un cierto peyorativismo chulesco para definir a quien no está de acuerdo con él. Pero no se preocupe usted, ya conoce aquello de "Bienaventurados aquellos que me plagian porque de ellos serán mis errores". O aquella sentencia bíblica "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Defensa sin ofensa, le aconsejo a usted que parece hombre razonable. En fin, el tiempo, que da y quita razones, y que, como el cante, pone a cada cual en su sitio, pondrá a cada uno en el suyo: a usted, donde ya está, en su atalaya de investigador ¿intocable?; y a los demás, pues ya se sabe, en el lugar que les corresponde a los flamencólogos advenedizos… (¿Para cuándo un concurso de méritos de acceso a la casta de los flamencólogos profesionales naturales y auténticos?).
 
Hablábamos de investigación. Y a pesar de mi visión, un tanto pesimista, la verdad es que se está investigando más que nunca y con gran rigurosidad en algunos casos. Apellidos de todos conocidos firman trabajos, publicados en los últimos años, cuyo valor de aportación nadie discute. Amén de los artículos de investigación que aparecen periódicamente en las revistas impresas o virtuales, que son documentos de cuyo contenido siempre se aprende algo. Quien esté dispuesto a hacerlo, claro, porque en flamenco -donde la soberbia y la verdad posesiva campan a sus anchas, enmascarando en muchos casos carencias y mentiras-, la disposición a aprender es tan escasa como difícil es saber escuchar, que, por cierto, no está sólo en el silencio; sino, además, en los sentidos que rigen la percepción del arte.
 
El cronista/comentarista es aquel que relata los hechos -de flamenco, en este caso- y, algunas veces, vierte opiniones sobre los mismos sin entrar a juzgar -labor del crítico- sobre la maldad o bondad de los mismos. Aunque su labor pueda parecer, en ocasiones, similar a la del crítico, la realidad es que ambas debieran seguir caminos paralelos y raramente encontrarse. Pero, también es verdad que bajo la denominación de crítico hay muchos que jamás han ejercido de tal, lo cual se presta a no poca confusión. El cronista/comentarista suele caracterizarse por el ejercicio de la opinión blanda, por no mojarse la más de las veces. Raras veces describirá su pluma la verdad cruda, sin edulcorantes. Y la suya será, casi siempre, una opinión prestada. O, al menos, aquella que suena bien a los oídos de los demás. Es -en expresión yanqui, tan de moda ahora- políticamente correcto. Es decir -en términos andaluces-, aquel que torea en todas las plazas y en ninguna lo coge el toro.
 
El presentador/mantenedor tiene como función presentar y/o mantener (coordinar) el acto o evento flamenco en cuestión. Es una figura innecesaria cuando nada aporta ni en nada ayuda como no sea a encarecer el presupuesto. Me estoy refiriendo, como es natural, a los que presentan un festival o concierto flamenco como el que presenta a los amigos o la elección de la guapa de su barrio. Son aquellos que sin saber de nada se atreven con todo. El presentador de flamenco ha de reunir: una cierta presencia física –adornada con vestido para la ocasión y el aseo preciso-, conocimiento amplio del tema, capacidad didáctica, facilidad de palabra y de comunicación, dotes directivas… Es decir: ha de ser el marco apropiado para la obra de arte que siempre debiera ser un espectáculo flamenco. Cuando lo anterior se da, el presentador forma parte del espectáculo y ayuda al lucimiento de los artistas.
 
Viene definido el crítico como aquél que ejerce la crítica, que es "el arte de juzgar de la bondad, verdad o belleza de las cosas". Y así debiera ser, pero así no es. La crítica flamenca está mal vista, porque el mundo del flamenco no es autocrítico y por lo tanto mal puede aceptar la de los demás. Pero, además, porque alrededor de ella sobrevuelan múltiple intereses -algunos de ellos inconfesables- que hacen que ésta se ejerza de manera poco honesta, cuando no claramente distorsionada o manca de sinceridad. Puede ser esto debido a la falta de independencia de los críticos, que no existen como profesión periodística. Y que, sin embargo, puede servir como moneda de cambio para obtener ciertas prebendas o ser llamado aquí o allá; compensando, así, lo poco que pagan -cuando lo hacen- los medios donde se colabora. Es hoy la crítica flamenca un modo de promoción, un "modus vivendi", una forma de estar sin ser, un galimatías contradictorio de sobrecogedoras manos y bocas que escriben o hablan porque sirven para comer, un grupo de personas cuya indefinición es pareja al desconocimiento del vocablo que les da carta de naturaleza… Pero, también es la honestidad, la verdad, la valentía, la independencia y la autocrítica. Que cada cual se apunte adonde le corresponda
 
Fuente: Paco Vargas