Cuando Chen Zheng llegó a Málaga, hace casi tres décadas, sólo la casualidad podía hacer que se cruzara con un compatriota por las calles de la ciudad. Este empresario, dueño del primer restaurante chino que abrió sus puertas en la Costa del Sol y propietario de la cadena Wok, ha sido testigo del espectacular crecimiento que la población oriental ha experimentado en la provincia, donde ha llegado a quintuplicarse en los últimos diez años, con un total de 5.026 chinos empadronados, frente a los 1.024 que se contabilizaban en 2001, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).
No sólo han cambiado las cifras del padrón municipal. El espíritu emprendedor de estos trabajadores incansables ha modificado en los últimos años la fisonomía de las calles más comerciales de Málaga, en las que han proliferado decenas de locales regentados por asiáticos. La hostelería ha dado paso a gigantescos bazares multiprecio y a tiendas especializadas en moda, calzado, complementos, vestidos de novia o telefonía móvil. La alimentación tampoco se les resiste y cada vez son más los ultramarinos, fruterías y pequeños supermercados de origen chino que se reparten por toda la geografía malagueña. También empiezan a probar suerte con peluquerías y gestorías.
«Están perfeccionándose y especializándose, incluso empiezan a hacer amagos de introducirse en el sector panadero», señala Enrique Gil, presidente de la Federación de Comercio de Málaga (Fecoma), que estima que en el último año casi se han triplicado en la provincia los establecimientos abiertos por chinos, algo que pone en alerta a muchos comerciantes autóctonos, que se enfrentan a una dura competencia basada en la amplitud de horarios y en la oferta de productos a bajo precio. Según datos de la Confederación de Empresarios de Málaga, el 40% de los supermercados y ultramarinos y el 45% de los bazares abiertos en 2009 están en manos de asiáticos.
En la venta al por mayor tampoco se quedan atrás. Cuatro calles del polígono Guadalhorce, en la capital, están ocupadas por orientales. Francisco Real, administrador de la entidad colaboradora de conservación de la zona industrial, estima que de las 1.200 naves existentes, alrededor de un centenar son asiáticas, principalmente de productos textiles.
Aprovechar la crisis
La crisis económica ha propiciado la eclosión de estos establecimientos. Ante la caída del consumo, son muchos los empresarios malagueños que han tenido que abandonar la actividad, oportunidad que no han dejado escapar los ciudadanos asiáticos, que llegan a pagar cantidades desorbitadas por inmuebles inmensos o por otros más pequeños en las calles más exclusivas. Así, con la bajada en los precios del alquiler por la caída de la demanda, en los últimos tiempos se han instalado en todos los barrios de la capital, donde también han aprovechado el cierre de locales por las obras del metro, y en las principales vías de los municipios más importantes, como Marbella, Nerja, Torremolinos, Vélez o Antequera.
«Ahora están estableciéndose en rincones de cualquier pueblo», explica el representante de Fecoma que, aunque reconoce que «no es ilegal lo que están haciendo», advierte de que la expansión del negocio asiático es un tema «muy preocupante» para los comerciantes locales, «víctimas también de la crisis económica y de la falta de liquidez».
«No estamos en contra de que se instalen, pero sí debería haber un mayor control para comprobar que cumplen con todas las normativas», afirma Gil, que considera que hay demasiada permisividad.
Respecto a su forma de proceder al llegar a España, en la Asociación de Comerciantes Chinos explican que, después de trabajar en el negocio de algún compatriota, deciden instalarse por su cuenta. Los locales amplios con grandes escaparates son sus preferidos. Para pagar el alquiler cuentan con la ayuda económica de familiares y amigos que les envían dinero desde China. Si el negocio funciona, no dudan en ampliarlo, sobre todo en el caso de los bazares multiprecio, que pueden alcanzar los mil metros cuadrados.
«Nos van a hundir a todos. Yo no puedo permitirme el lujo de contratar personal para abrir tantas horas». Son palabras de Gloria López, propietaria de la librería Esterri, en la barriada de El Palo, que ha visto como en los dos últimos años han abierto siete bazares en la zona. «Sólo nos queda competir con la calidad y el trato personal», dice.
Muchos comerciantes cuestionan que las tiendas que funcionan doce o catorce horas diarias cumplan con la legalidad. Sin embargo, siempre que el local no supere los 300 metros cuadrados, la normativa autonómica sobre comercio otorga libertad de horario, es decir, el establecimiento puede permanecer abierto 24 horas diarias los 365 días al año. En este sentido, Enrique Gil argumenta: «Es imposible competir con ellos. Aquí se han conseguido unas medidas de conciliación laboral y familiar que chocan con la cultura china».
Desde la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) se le quita hierro al asunto. «Esta expansión no tiene por qué suponer un peligro. Que los chinos generen actividad económica es magnífico siempre y cuando lo hagan dentro de la legalidad», señala el vicepresidente de la patronal, Javier González de Lara, que, sin embargo, advierte de que la Administración «debe ser consciente de que determinados colectivos son focos propiciadores de economía sumergida». «Lo único reprobable sería que no estuvieran al corriente en sus obligaciones fiscales», apunta.
El bulo de las ayudas
En este sentido, el hermetismo de la comunidad china, unido a la adquisición de grandes inmuebles ha hecho que surjan rumores en torno a supuestas ventajas fiscales que fuentes del Ministerio de Exteriores desmienten rotundamente. A este respecto, la concejala de Consumo del Ayuntamiento de Málaga, Purificación Pineda, es tajante: «Tienen los mismos derechos y obligaciones que el resto de comerciantes». La edil asegura que en general no hay problemas con estos ciudadanos: «Hoy prácticamente todos tienen licencia de apertura», afirma Pineda, que recuerda que en alguna ocasión se ha tenido que actuar por vender alcohol en horario no autorizado o a menores. En el tema sanitario, afirma que «hace tiempo que hay normalidad».
Pero, ¿qué aportan estos negocios a la economía malagueña? Según Enrique Gil, de Fecoma, esta eclosión le hace «muy flaco favor» a la provincia porque «todo el beneficio sale fuera del entorno». «Son comerciantes por encima de todo y vienen única y exclusivamente a trabajar y a ganar dinero, no a disfrutar del ocio, por lo que hacen una inversión mínima», argumenta Ricardo Bocanegra, presidente de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol. Y es que estos ciudadanos destacan por su perfil emprendedor. Así, de los 8.176 chinos afiliados a la Seguridad Social en Andalucía en marzo, más de un 40% eran autónomos (3.310), porcentaje sólo superado por los daneses (57%), mucho menos numerosos, los británicos (46%) y los finlandeses (44%).
Desde Analistas Económicos, Felisa Becerra, aunque afirma que a nivel de empleo no repercute en la economía al ser un colectivo que suele contratar a compatriotas, el gasto puede ser similar al de un malagueño. «Al final, siempre queda algo de dinero, aunque sea mínimo, por el alquiler que pagan, o el material escolar de los hijos». Además, «hay que tener en cuenta el ahorro para los consumidores». A este respecto, María Huelin, vicepresidenta de la Asociación de Consumidores Al Andalus, advierte de que la calidad de los artículos de algunos bazares «deja mucho que desear». «No recomiendo comprar determinados productos en estos establecimientos, como juguetes, maquillaje o pequeños electrodomésticos», afirma.
En la provincia, Marbella también tiene su Chinatown particular, con tiendas que han proliferado en los últimos años, especialmente en el centro. Lo mismo ocurre en Vélez, donde hay una veintena de establecimientos que han despertado el recelo de los comerciantes locales, como en Nerja. En el interior también son cada vez más numerosos. Así, una decena de negocios se reparten por las principales calles de Antequera.
Fuente: Diario Sur