El protagonista de los hechos se llama Rafael Berdún, aunque se le conoce como Rafa, y es antequerano e integrante del equipo alevín A del Málaga.
El escenario de los hechos fue el campo de El Duende, en San Andrés. El terreno de juego natural de un partido de fútbol en estas categorías se divide en dos para que se disputen al mismo tiempo dos encuentros de fútbol 7, y ese fue el origen del problema. Mientras el Málaga botaba un córner en su partido contra El Palo (2-1 en el marcador a favor de los blanquiazules) se oyó un silbato arbitral procedente del terreno contiguo, lo que confundió a un niño paleño, que detuvo el balón del saque de esquina con las manos en el interior del área. Penalti y posibilidad de que llegara el 3-1 para los malaguistas, dirigidos por Andrés Domínguez. La sorpresa llegó cuando Rafa, que miró de reojo a su técnico, como si solicitara su consentimiento, lanzó la pena máxima con un tiro raso y flojo. Se lo regaló al meta rival. No puso interés alguno en marcarlo. «Es una decisión que tomé en su momento con mi ayudante antes de la temporada. Le hago entender a los chicos que ante todo está la honestidad. Con esa edad es fundamental entender la importancia del respeto al rival», explicó Domínguez a este periódico.
«Si hubiésemos ido perdiendo, lo habríamos hecho igual», añadió. La realidad es que el Málaga se impuso finalmente por 4-1 a El Palo, pero el resultado no estaba asegurado antes de que Rafa lanzara de esa forma ese penalti. «A mí el Málaga no me exige resultados», añade el entrenador de los alevines A del club, y con eso resume de forma muy
sintética toda una filosofía
Diario Sur.