El juramento de los fiesteros

Mari Ángeles Pérez, viuda de este fiestero, recordado por quienes lo conocieron como una persona generosa y jovial, cuenta el origen del rito: «Es una costumbre que tenía Agustín con los niños de nuestro bloque en El Candado. Cuando se los llevaba de excursión al Monte San Antón todos los años buscaban una botella que habían enterrado para sacarla y añadir la firma de los nuevos».

La botella enterrada ayer es la misma que se usó en el nombramiento de primer alcalde de esta panda paleña, cuyo padrino es el pintor Eugenio Chicano, que descubrió los verdiales en su juventud, precisamente en la zona de los ventorros del Camino de Olías, donde termina la línea 11 de al EMT.

Añadieron su firma miembros de la Federación de Pandas de Verdiales que asistieron al acto. Para Mari Ángeles Pérez, esta es una panda joven (comenzó a surgir en septiembre de 2009 en la escuela de verdiales) y que «progresa adecuadamente». Además, tiene «muchas inquietudes y yo creo que eso nos lo contagió Agustín», confiesa. La viuda del fiestero resalta también el que participen en ella miembros de otras pandas como la de Santo Pitar, «porque han visto que tiene empuje y por nuestro carácter hospitalario y marinero».

Además del flamencólogo Manuel López a la guitarra, uno de los platilleros es José Antonio Larrosa, propietario del veterano bar El Trovador, en la calle Duque de la Victoria. José Antonio es un enamorado de la fiesta y también toca el violín, que ha aprendido por el método cifrado. «A mí me encanta, yo soy de los que apoya el codo en la barra y me quedo escuchando», cuenta, mientras señala que en su boda, a mediados de los 80, no faltó una panda de verdiales, por la afición de Maite Paisal, su mujer, que además baila en la panda de Arroyo Gálica.

«Desde que era chica lo veía en casa de mis tíos en el campo, tenía dos tías que bailaban, una que sí se consideraba como verdiales dentro de lo catalogado hoy en día y otra que bailaba fiesta, que no se metió en los tres estilos porque era de la zona más pegada a Vélez», explica Maite.
La panda templa las guitarras, el alcalde sopla varias veces la caracola con la que se anunciaba la llegada de las antiguas pandas a los cortijos y la veintena de fiesteros desciende por una vereda hasta el algarrobo, y al pie un agujero, que es regado de vino y que aguarda para acoger durante muchos años el juramento de los verdialeros.

Mari Ángeles Pérez, que sostiene la botella, recuerda que «el deseo de Agustín era que tengamos afán por las fiestas y disfrutemos de ella». A continuación, envuelta por los sones de platillos, pandero, guitarras y violín, la viuda deposita este bonito juramento de unión y amistad en la tierra, junto con el alcalde de la panda y la profesora de baile Vito Castillo. Habrá que decir junto a Mari Ángeles: «Arriba la fiesta, esto va por Agustín».