La recuperación de los Baños del Carmen se ha convertido en un chiste malo. Los proyectos presentados, las promesas, los cambios, las amenazas, los interminables procesos administrativos y los tejemanejes políticos han convertido este espacio en todo un monumento a la ineptitud.
Y pocos se salvan de ella. Ya sea a la izquierda, a la derecha, arriba o abajo. Pocos se salvan de una promesa realizada hace ya 30 años y que nadie ha sido capaz de cumplir. Es más, cuanto más se insiste en el compromiso por recuperar el balneario y el entorno, más lejana parece la solución.
A lo que era un problema de encaje urbanístico le siguió un problema administrativo, político, legal e, incluso, de consenso. Porque a estas alturas no se tiene muy claro qué es lo que se quiere hacer. Propiedad, venta y rescate. Cuando alguien menciona los Baños del Carmen la reacción suele ser parecida. Un resoplido, unos segundos de silencio y una retahíla de insultos y críticas a los políticos
. Hay desconcierto entre los malagueños, que ven como el querido balneario se desmorona, mientras el resto tiene menos lustre que una momia inca. Lo peor es la falta de claridad. Los concesionarios del balneario presentaron un proyecto que nunca se concretó, salvo que querían hacer un hotel y un aparcamiento; las administraciones remolonean con la posibilidad de hacer una inversión; los astilleros Nereo sobreviven como pueden a la confusión y ahora aparecen unos nuevos concesionarios que han comprado la explotación del restaurante.
Y, encima, con dudas legales sobre la operación por la falta de trámites administrativos. En esto, surge dos preguntas clave: ¿Quiénes son los interlocutores para llegar a un acuerdo? ¿Qué se quiere hacer? Inversión y parque. Nadie duda de que la mayor parte del entorno de los Baños del Carmen se quede como un parque público, sin embargo, ni el Gobierno ni el Ayuntamiento toman la iniciativa para invertir.
Proclaman la necesidad de la colaboración público-privada, un concepto bonito que se ha revelado como un camelo. Ha habido ofertas para la inversión privada, pero o alteran el proyecto original para asegurarse unos beneficios claros o no gustan en los apellidos de quienes avalan la actuación. Entre las dudas, desconfianzas veladas y maniobras en las sombras, pasa el tiempo. La inversión no aparece y nadie quiere coger las riendas.
La degradación es lo único que no se frena. ¡Más madera! Si ya era difícil poner de acuerdo al Gobierno, el Ayuntamiento y los concesionarios, ahora resulta que la Junta tiene mucho que decir y nadie le había preguntado. Es hablar de la rehabilitación de los Baños del Carmen y salirme una sonrisa, pero no de alegría, sino de amargura. Quizás haya que poner un museo para que se haga algo