EL MONTE DE SAN ANTÓN Y SU ERMITA

Los terrenos que forman el cerro, si bien en uno de sus laterales existe mármol rosado, principalmente calizos. Su formación rocosa y sus cortados son característicos de este cerro al que lo cubre una vegetación típicamente medi-terránea compuesta en la mayor parte por matorrales y una gran cantidad de pinos. También hay olivos y algarrobos y en menor abundancia almendros y encinas. El monte alberga una gran co-munidad de vertebrados, aves y mamífe-ros siendo por ello visitado por numero-sos estudiosos con el fin de realizar investigaciones, como ocurriera con el ilustre botánico y viajero Edmond Bois-sier, nacido en Ginebra en 1810 y que visitara Andalucía durante la primavera y otoño de 1837. Su viaje le sirvió para escribir una obra compuesta en dos partes: » Narraciones» y «Denominación» en las que escribe sobre las especies conocidas hasta ese momento, narrando asimismo sus visitas y excursiones al cerro de San Antón, paraje en el que realizó un exhaustivo estudio de su flora y por el que manifestó la admiración que le producía su riqueza natural y belleza.

Por lo que en su obra escribe, es fácilmente adivinable que en esa primera mitad del siglo dieci-nueve existía una gran armonía y equilibrio vegetal, así como un alto grado de conservación en sus espe-cies. Con la importancia del puerto malagueño y la creación de numerosas industrias vendrían las defores-taciones incontroladas, lo que produjo el deterioro de su tierra, posteriormente repoblado con pino Hale-pensis. A este bello lugar, conocido me atrevería a afirmar que por todos los paleños y habitantes de la zona, he subido en muchas ocasiones, he recorrido sus tres cimas y he admirado lo increíblemente hermo-so de su paisaje. Desde él, he admirado las diferentes luces del amanecer de los nuevos días y no han de-jado mis ojos tampoco de maravillarse en las gamas de increíbles tonalidades que en el atardecer tiñen el malagueño cielo que antecede a la oscuridad. He sido visitador ocasional de la romería de San Antón cuando esta se celebraba en su cima más pequeña y poblada de vegetación, rememorando los días de la festividad del santo. Y he participado en lo que muy antiguamente se denominaba » pelar la pezuña». ¿Se pregunta por un casual que es pelar la pezuña?, Encontré esta palabra por primera vez en un libro de 1857, original de Francisco Gómez Sánchez titulado «Un día de fiesta en San Antón», libro que antes de editarse se había representado en el teatro de Málaga la noche del 25 de enero de 1850 en beneficio del

actor cómico Francisco Cala, la obra constó de un solo acto que se desarrolla en un ventorrillo de la Cale-ta en la festividad de San Antón. Y «pelar la pezuña» se le decía por entonces al ir de fiestas a los ventori-llos a merendar o de romería, y echarse unos cantes y bailes, y ¿por qué no? empinar un poco la bota y mojarse el paladar con unos traguitos de buen vino… en otras palabras, divertirse como al pueblo en oca-siones le gusta de hacer.

Además de las maravillas naturales con que la Madre Naturaleza dotó a este cerro de Buena Vista, la mano y el conocimiento del humano también tuvo su quehacer para dejar constancia de su estancia en este lugar a los que serian, en un futuro, sus sucesores. Y en el se asentó una de las civilizaciones que se pierden en la lejanía del tiempo como fue la llamada de «los Adoradores del Sol» que tuvo su réplica en otra cultura similar y cercana ubicada a pocos kilómetros, en el Rincón de la Victoria, denominada «los Adoradores de la Luna».

Más cercanos en la historia han existido otros asentamientos, y del siglo IX se han hallado múltiples cerámicas fragmentadas, algunas catalogadas, otras sin esa posibilidad por ser en exceso pe-queñas.

Incluso en unas excavaciones al pie del Cerro se encontró una estatuilla de unos 40 ctms. de altura que representa a una virgen o deidad, acéfala, que mantie-ne en su regazo a un niño coronado, re-cordando de inmediato a una talla romá-nica, pero que ninguna persona autorizada pudo catalogar como tal.

En este también antiguamente lla-mado Yermo de San Antón, existe desde unos cientos de años atrás una ermita bajo la advocación de San Antonio Abad, donde antiguamente la gente, sobre todo de El Palo, subía para la bendición de sus animales por los frailes, hoy día ya no ejerce la función que tuviese en pasados tiempos, entre otras cosas por estar dentro de una propiedad privada, pero que posee una bonita historia, que como otras tantas en nuestra ciudad comenzó tras la toma de Málaga por Fernando e Isabel. Historia que por motivos no solo de curiosidad hube de buscar y leer en distintos autores y rebuscar en archivos de la Ca-tedral de Málaga, y en todos aquellos a que hubo lugar. Por cierto que entre los variados documentos y libros que pasaron por mis manos dos de ellos eran unas tesis excelentes, una de Maria Pilar Llamas con «Tesis del Castillo de San Antón» aproximadamente de 1985 y la otra » Cerro de San Antón, 150 años después de Boissier» realizada por tres compañeras en 1987, Maria José Rodríguez, Inmaculada Haro y Encarnación Ferrer.

En los libros de Reparticiones de Málaga, fechados en 13 de abril de 1494, en el numero 5 se re-cogen las reparticiones realizadas en el valle de Miraflores, folios del 80 al 105 y 211, en los que se puede leer: «personas a las que dieron parte de tierras de los campos por haber contribuido a la conquista de Má-laga» y seguidamente se da una relación que por no ser de lo que vamos a continuar escribiendo dejamos al lado, tomando constancia de que en esos libros figura una casa y una huerta, que al parecer, habían per-tenecido a uno de los árabes expulsado de Málaga o hecho cautivo por la corona.

Así que siendo repartidor de la ciudad el bachiller Juan Alonso Serrano en el año 1496, unos ermi-taños le solicitaron al por entonces llamado Cerro de Buena Vista para fundar un «desierto» donde retirar-se, si no del mundanal ruido, que quizás por entonces no fuese tanto, si de la vida del siglo.

La generosidad real no se hizo desear en este caso y por la fuerza de una Real Cedula, en ese mismo año se les concedía además de lo pedido a fray Antonio y a fray Marcos, cien fanegas de tierra útil para que labrasen su sustento, con la condición de no poder vender ni enajenar dichas tierras. Utilizando ellos la deshabitada casa, mencionada anteriormente, como vivienda y para sus practicas de rezo y medi-tación. Al ocurrirles a ambos lo que pasa a todo ser vivo al final de su vida, les sucedió otro fraile llamado

 

Cristóbal Méndez, quien haciendo caso omiso a las ordenanzas de sus Majestades, dio la tierra a censo, de lo que enterada la corona, le quitó tierras, casa y heredamiento donde se encontraba la casa ya convertida en ermita, y conocida por el titulo de Sta. María del Peñón de Buena Vista, cuya imagen presidía el lugar.

A partir de entonces la vida de la ermita queda casi paralizada, habiendo pocas noticias sobre ella, y con el abandono comienza un deterioro que se detendría en el año 1574 tras la fundación de la capellanía de misas por Antonio Sedano.

No deja de resultar llamativo que una pequeña ermita tal era esta, en zona tan alejada en esa época de la población, posea un historial tan amplio, lo que motiva, para no cansar en exceso con datos y más datos, que pasemos un poco de puntillas a lo largo de él. Aunque cierto es que tan deseada fue como sus tierras por eremitas, ordenes religiosas y congregaciones, que se afanaron en lograr en el pasar de muchos años, el privilegio de habitarlas.

Por ella pasaron trinitarios en 1649, y An-toninos en 1670, a quienes les cedió la ermita el veleño obispo de Málaga y fraile dominico Alon-so de Santo Tomás. La volvió a ceder a unos clé-rigos portugueses en 1677, que donaron la lámpa-ra del altar de San Erasmo; los antoninos regresa-ron otra vez en 1709 y se cree que los frailes vic-torios la habitaron sobre el primer cuarto de 1700 siendo los últimos en estar en ella la orden de San Felipe Neri, en 1753. habiéndosele denegado la estancia a los religiosos del orden tercero de San Francisco y a los eremitas de Miraflores de los Ángeles en 1728. En 1742, se abasteció de agua a la casa por una mina, que aun hoy existe aunque sin funcionar, habiendo en ella una lápida dedicada a Ntra. Sra. Del Socorro de la Buena Vista, el trabajo fue realizado por don Leonardo Urtussastegui.

Y tras ceder Fernando VI en 1753 todo el heredamiento en beneficio del Hospital de San Lázaro, alcanzamos el momento en que el racionero de la Catedral de Málaga, Antonio Aznar, caballero de la orden del Toison de Oro, ensanchó parte de la ermita construyéndose una vivienda para sus días de des-canso, dejando grabado un blasón con la inscripción ofrecida al comienzo del escrito. A su muerte todo lo realizado por él quedó, a beneficio de la congregación de San Felipe Neri. Congregación que estuvo allí hasta que las medidas desamortizadoras de 1835 afectaron a la hacienda de San Antón y tras un inventario en el año 1836 se procede a su incautación. Y aunque el general Narváez en 1844 trató de suspender la venta de los bienes del clero, lo que vendido estuvo, como ocurrió con la ermita de San Antón y su terre-no, vendido se quedó. Así por primera vez desde la anexión de Málaga a la corona de Castilla, estos te-rrenos pertenecen a manos seglares, situación que no volvió a modificarse, pasando la ermita definitiva-mente al Instituto de Segunda Enseñanza de Málaga. A partir del año 1860 y hasta 1964 en que se adquie-re la finca para parcelar y venderla como unidades individuales, hay una sucesión de dueños de este mon-te, que por ser de un reciente pasado y por no hacer más extenso este escrito no voy a incluir. Si indicaré que el gran cronista de la ciudad Narciso Díaz de Escovar, en uno de sus escritos nos dice que la casa se componía de dos edificios, uno moderno y otro antiguo, en el que se observaban las celdas de los frailes casi como en sus tiempos. En el interior de la ermita hay tres altares: el central dedicado a Ntra. Sra. Del Peñón de Buena Vista, el de la derecha tenía una virgen de la Victoria y el del lateral izquierdo estaba libre; se nos dijo que en espera de la imagen de un nuevo santo, ya que el que se mantenía en ese altar fue realizado en el siglo XVIII y por la calidad de su talla, atribuida a Fernando Ortiz, fue trasladado al Mu-seo de Bellas Artes. Cuando hace años la visitamos, su estado era magnifico gracias a los buenos cuida-dos que su propietario le realizó. Por cierto, en Sur Digital fecha de 21 de enero de 2006, se ofrecía la noticia de que la comisión urbanística, aprobaría inicialmente la inclusión del edificio en el catálogo de inmuebles protegidos de Málaga con el máximo grado, debido a la historia y belleza del conjunto.

Si no han subido nunca al monte de San Antón, les animo a conocerlo cuando puedan o les ape-tezca, y aunque no sé si en la actualidad podrían visitar la ermita, si les aseguro que no quedaran defrau-dado por las maravillosas vistas que desde él se contemplan.

Fuente: José Antonio Barberá

Revista » El Avisador.Nª13