Para una sola puesta, para diario, sin saber qué mafias han explotado a los artífices de cada prenda de vestir, de cada jersey, de cada falda, de cada abrigo, . . . para vernos “tan guapos”, tan invisibles, en la uniformidad de la moda imperante . . . sin querer saber nada de su costo, en céntimos, en explotación laboral . . .
Hasta que se caiga a pedazos la lana, el algodón, la piel auténtica, la piel sintética . . . y ya hayamos decidido desprendernos de lo que . . .”ya no nos gusta, ya se ha pasado de moda, ya no admite más remiendos, ya se cae a pedazos . . .”.
Hasta llevar nuestro vestuario al mercado de “la caridad, de la segunda mano, de la basura . . .”, una, dos, tres veces, las que hagan falta, que siempre habrá un desgraciado para unos zapatos desbocados, para un abrigo deshilachado, para una camisa sudada, para lo que casi nadie quiere . . .
A 50 céntimos el kilo de ropa usada, para venderla en los mercadillos, para llevarla a países subdesarrollados, para mal abrigar a los parias de entre los parias, incluso para enriquecer a algún miserable delincuente del primer mundo capaz de robar “andrajos” a los más pobres entre los pobres y revenderlos a centenares de kilo el pedido.
Y sin embargo siempre . . .aquello que ya no pueda reutilizarse, ni siquiera una sola vez más, siempre podrá dar sustanciosos dividendos, una y más veces.
Y así un buen destino será La India. Más de 100.000 toneladas de tejidos, restos de prendas, vestidos, faldas, pantalones, chaquetones . . . que acabarán reciclados en fábricas sin garantía de seguridad alguna, sin condiciones higiénicas, mal pagados los y las trabajadoras que dejarán su vida en volver a “rehacer esa materia desechada por el primer mundo”, con tintes que son tóxicos. . . en procesos industriales perjudiciales para la salud, con sueldos que son de hambre, en condiciones que son absolutamente injustas . . .
Pero que más nos dará si de toda esa basura consiguen volver a vendernos . . .”lo último en estilo, en moda consagrada. . .”, mientras en la tierra de los monzones . . . las manos se cuartean, los pulmones se ahogan, las vidas se acortan peligrosamente a . . .muy pocos años de indecente esclavitud.
Sin que a nadie le importe un carajo, aunque este mundo sea un “puto pañuelo” y nuestras leyes impiden la entrada en nuestro corral a los “fugitivos del horror, de la guerra, del hambre, de la injusticia . . .” y siguen sin importarnos un carajo.
Y mañana volveremos a ¿salir de tiendas?.
Madrid abril – 2.016