Lo han hecho bien, y ahora sólo esperamos que lo mantengan y lo cuiden al máximo, porque si no estará todo seco y sucio, como antes de las obras». La reflexión, que hoy más parece un mal presagio, la hizo un vecino de La Araña hace cuatro años, justo cuando altos cargos del Ministerio de Medio Ambiente, acompañados por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, inauguraban el nuevo paseo del Peñón del Cuervo, en cuya recuperación ambiental -así lo presentaron- se invirtió 1,8 millones de euros.
Cuatro años más tarde el entorno está tal y como dijo el vecino de La Araña que podría llegar a estar si no se cuidaba: seco como un ripio; sucio y con buena parte de las instalaciones muy deterioradas. Los arbolitos que se plantaron entonces y que sirvieron para alguna que otra instantánea de las autoridades se muestran raquíticos de no haber crecido por la falta de agua; un agua que tampoco ha llegado al resto de especies vegetales, que resisten a duras penas mostrando su peor cara; ni a un césped que debía colorear los accesos a la playa de verde hierba y que ahora tiene el amarillo crujiente de la paja seca; ni siquiera las resistentes palmeras pueden ocultar la falta de riego. Y el agua no ha llegado porque, entre otras cosas, la mayoría de las tuberías del riego por goteo instaladas y pagadas con la inversión de Medio Ambiente y del Ayuntamiento de Málaga, aparecen cortadas, sin conexión con suministro alguno.Lo peor es que no es algo nuevo. Ya antes incluso de la inauguración se produjeron numerosas quejas que apuntaban a esta circunstancia, y que indicaban que los árboles y las zonas ajardinadas se estaban secando porque el riego por goteo no funcionaba.
Sin sombra
A excepción de la que proporciona el gran eucalipto que ya estaba allí antes de la regeneración, apenas se encuentra una sombra en condiciones en los 65.000 metros cuadrados objeto de la inversión. No hay sombra en los aparcamientos, ni en las ahora sucias mesas dispuestas para comer, ni en el circuito frecuentado por sufridos aficionados al »footing», ni en el abandonado parque infantil en el que hay peligrosos restos de cristales rotos, ni siquiera en las numerosas pérgolas que jalonan el entorno, porque de sus toldillos apenas quedan unos jirones que sirven para recordar que un día existieron. Y debajo de las pérgolas siguen los bancos, aunque muchos aparecen con pintadas y otros ya no tienen los respaldos.
La situación del carril bici no es mucho mejor y también las condiciones del mismo han sido motivo de queja desde hace años. Los socavones y hundimientos de tierra denunciados por algunos ciudadanos siguen existiendo.
Y en cuanto al paseo a pie, podría ser mucho más agradable si junto al paisaje de las calas, el mar y el peñón no se tuviera que ver también la basura acumulada en las márgenes del camino. Hay papeles, botellas, plásticos, restos de comida y recuerdos de barbacoas allí por donde se mire, que se mezclan con los matojos secos y con las plantas a medio morir y eso a pesar de las numerosas papeleras instaladas en la zona de arena de la playa que, en contraste, se presenta bastante limpia.
Además, algunos tramos de las vallas de madera que marcan los senderos de peatones dispuestos para caminar están rotos, con el consiguiente peligro para los ciudadanos; como también lo está el entarimado del puente que cruza un arroyo sin cuidar y que también acumula bastante basura en sus laderas.
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