Un gran cinturón verde en torno a la capital, más control de las principales instalaciones e infraestructuras contaminantes y el impulso a una movilidad sin coches son algunas de las líneas estratégicas del plan Alicia, que es el documento base que se pretende aprobar en abril y que dará respuesta a la declaración de Emergencia Climática que el pleno aprobó el 31 de octubre. El objetivo es que Málaga llegue a ser neutra en carbono en el horizonte de 2050. El director del OMAU, Pedro Marín Cots, ha sido el encargado de presentar la iniciativa, que parte del análisis de los principales emisores de CO2 de la ciudad, algo que ha resultado «una aventura» por el rechazo a proporcionar los datos por parte de los actores implicados. «La tendencia clara es a un aumento del nivel de emisiones», cuando se supone que tendrían que estar bajando. De estos, el 30% viene del trafico, un 8% de la edificación residencial y oficinas, y el 48% restante se lo reparten la cementera de La Araña, la central térmica de Campanillas, el Puerto y el Aeropuerto. «La cementera emite tanto como todo el tráfico, no es sólo ir a una movilidad sostenible sino controlar más las emisiones externas», afirma.
Además, Marín Cots reconoce «contradicciones» entre el modelo de ciudad actual y esa declaración de emergencia climática, cuando se sigue facilitando llegar al Centro en coche, mientras que propuestas como la de construir por encima de la ronda sería incompatible con una de las principales propuestas, que es la de crear un anillo verde. La propuesta de adaptación y mitigación del calentamiento ha contado con el apoyo de colectivos ambientales y supone «un cambio profundo de la forma de vida», con numerosas acciones. Entre las más visibles destaca ese gran bosque para aumentar los focos de captación de CO2, que iría desde La Araña, por la Ronda Este, hasta Puerto de la Torre y de ahí hasta el Guadalhorce. Cuando esté completo supondrá llegar hasta los 120 millones de metros cuadrados de zonas verdes, esto es, 140 por habitante, frente a los siete actuales. «Sería un cambio radical hacia una ciudad verde y un sumidero de CO2, capaz de absorber el 50% del que se produce en la ciudad».
El documento también aboga por reforzar el modelo urbano de la ciudad mediterránea, compacta y de baja dispersión, donde no es necesario el coche, y de ahí la propuesta de tender a «compactar» la ciudad que se ha dispersado hacia Teatinos y los barrios del este. En esta misma línea aparece la idea de la «supermanzana», que plantea restringir el tráfico a la periferia de los barrios, de manera que las calles interiores serían peatonales. Al respecto, Marín Cots recuerda que Málaga tiene mucho potencial en transporte público, bicis, movilidad personal y peatones; y rechaza el modelo de la dispersión de usos comerciales en el extrarradio, por las emisiones que ese tráfico genera. Asimismo, pretende implicar al Ayuntamiento en el fomento de la producción de energía renovable.
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A nivel institucional, se propone crear una comisión municipal de crisis ambiental o de cambio climático, para hacer un seguimiento de las acciones, con un compromiso político efectivo, «no solo rutinas mediáticas», que se implique en el tejido productivo y sea rentable, con profundos cambios culturales, de transparencia y de participación. «Reducir las emisiones un 7% cada año es un reto formidable». Al respecto, también advierte de las amenanzas existentes, tales como el riesgo de inundaciones del Guadalhorce y por el aumento del nivel del mar, así como por las olas de calor en los barrios más deprimidos y con menor esperanza de vida y renta familiar disponible, caso de Campanillas.