El turismo internacional y con posibles recién llegado a Málaga por mar —ya saben, esos paquebotes de 10 pisos que parecen ciudades—, al pisar tierra firme podrá acceder, consecutivamente, a la siguiente visión si transita por el muelle 1 del puerto: un faro, un bar, una heladería, una tienda de ropa, otra de artesanía, otro bar, otra tienda de ropa, más helados, un mercadillo, castillos hinchables para los nenes, yates para los comentarios de los papás, un cubo de cristal debajo del cual se extiende un nuevo centro de arte contemporáneo, varias torres infames producto del infame urbanismo franquista y una plaza de toros. Y al fondo, según se mira a la izquierda montaña arriba, el perfil imponente de la Alcazaba, irremediablemente afeada por más torres de las arriba mencionadas. ¿Quién da más?
Pero quedémonos con el cubo de cristal y con el museo que está debajo, aunque todo lo demás viene relacionado.
Los cuadrados de colores que el artista conceptual francés Daniel Buren ha instalado —propuesto, se dice en el argot de la creación plástica contemporánea— sobre las cuatro caras del cubo en cuestión son la metáfora perfecta de lo que está ocurriendo en esta ciudad. Una superposición de colores y una superposición de museos y centros de creación artística. Para gustos se hicieron colores… y también museos.
'El cubo' del arte
En 2008 y durante un partido de fútbol, el alcalde de Málaga, el popular Francisco de la Torre, ofrece a Bruno Delaye, embajador francés en España, albergar una sucursal del Louvre o del Pompidou.
En 2013, tras el acuerdo alcanzado con el Pompidou de París, se construye en el puerto de Málaga el edificio conocido como ‘El Cubo’ para albergar el nuevo museo.
Mariano Rajoy y la ministra de Cultura francesa, Fleur Pellerin, inauguraron ayer el centro.
El Pompidou Málaga se suma a otros museos de la ciudad: Picasso, Thyssen, CAC, Museo de Arte Ruso, La Térmica…
Alberga obras de artistas como Picasso, Giacometti, Frida Kahlo, Brancusi, Bacon, Magritte, Boltanski, De Chirico, Baselitz… Ofrecerá dos exposiciones temporales al año y prestará especial atención a los programas infantiles.
Museo Picasso, Museo de la Casa natal de Picasso, Museo Carmen Thyssen, CAC Centro de Arte Contemporáneo, La Térmica, Museo de Bellas Artes del palacio de la Aduana (si el ayuntamiento malacitano y la Junta de Andalucía logran resolver sus dimes y diretes y abrirlo este año), Museo Estatal Ruso de San Petersburgo de Málaga y Centre Pompidou de Málaga, uff, uff, uff. Es la realidad de una ciudad regida desde hace ya 15 años por el popular Francisco de la Torre, un sociólogo e ingeniero agrónomo de 72 años obsesionado por el impulso cultural y sus eventuales réditos políticos y económicos. Que, como se comprueba en el caso de Málaga, los tiene.
De la Torre es un político de mayorías absolutas e inquietudes artísticas y científicas, binomio harto infrecuente en España. Y, desde luego, una rara avis en el habitual trato que el actual partido en el Gobierno suele conceder a los bienes menos tangibles o bienes del espíritu, esos que algunos políticos españoles siguen considerando en el mejor de los casos un lujo y en el peor, un capricho. Hace ya bastantes años el alcalde decidió hacer de su ciudad un destino cultural de primer orden, y lo ha conseguido. Hoy saborea los frutos. “En 2008, en el palco del estadio del Málaga, durante el descanso de un España-Francia, le dije al entonces embajador francés Bruno Delaye: ‘Señor embajador, esta es la ciudad que aspira a convertirse en una sucursal del Louvre o del Pompidou”, recuerda orgulloso Francisco de la Torre mientras cruza a toda velocidad (igual que habla) un paso de peatones del centro de Málaga. Y al final fue el Pompidou. Este sábado fue inaugurado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy; la ministra de Cultura francés, Fleur Pellerin; y el presidente del Centro Pompidou de París, Alain Seban.
“Esto es provisional, y en un futuro puede desmontarse para viajar a otro lugar. El proyecto no es exclusivo. Para nosotros era importante realizar un test práctico en nuestra filosofía del proyecto Pompidou provisional, y encontramos en Málaga un socio perfecto para ello, una ciudad que apuesta por los museos”, explicaba ayer Alain Seban. “No me preocupa ese carácter provisional, el hecho de que el Centro Pompidou nos haya elegido ya le da a la ciudad de Málaga mucha visibilidad”, respondía el alcalde de la ciudad en el transcurso de un almuerzo en Málaga con periodistas franceses y españoles.
Eso sí: si a Francisco de la Torre le faltaba algún argumento de cara a sus bazas de éxito electoral en las municipales del mes que viene, la conversión del Pompidou en Malagadou —¿o era Málagenheim?— gracias a su tesón, a su habilidad y a su decidida sensibilidad francófila puede resultar decisiva, unida a la reciente inauguración (la penúltima) de la sucursal malagueña del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo, con sus iconos del siglo XV y sus kandinskys.
Lo mismo que la cultura en España representa un 4% del PIB aunque a casi nadie parezca importarle, lo mismo que este Gobierno acabará bajando el insensato IVA cultural del 21% a en torno el 10% por motivos electorales y lo mismo que alguna marca extranjera de automóviles implantada en España recibe más subvenciones que toda la industria del cine junta, el alcalde Francisco de la Torre ha hecho de su ciudad un destino cultural, queremos decir un destino de turismo cultural.
Antes, la inmensa mayoría de los casi cuatro millones de turistas que cada año llegaban al aeropuerto o al puerto de Málaga se iban directos a las playas de la Costa del Sol. Desde hace tiempo (la apertura del Museo Picasso en 2003 fue, en este sentido, decisiva) muchos de ellos se quedan al menos dos días. El impacto económico es evidente. A la Costa del Sol vienen, por ejemplo, muchos rusos. Ahora tienen un museo de arte ruso en el viejo edificio de la Tabacalera. ¿Estará relacionado lo primero con lo segundo?
El señor alcalde ha convencido a los siempre temibles gestores culturales parisienses —no digamos los del Centro Pompidou, con Alain Seban a la cabeza, que contempló en un primer momento otros destinos como Latinoamérica o Asia para implantar el primer Pompidou foráneo— de que elijan Málaga para el arranque de la que sin duda es una de sus nuevas prioridades estratégicas: el Pompidou provisional. Así se llama oficialmente el invento, que aspira a pasear por medio mundo —y a cobrar por ello, en el caso de Málaga un millón de euros al año— la imagen de marca de ese coloso multidisciplinar y pluricultural incrustado desde 1977 en el centro de París.
Es un breve pero intenso viaje por el arte moderno y contemporáneo.
El nuevo centro le costará a Málaga cuatro millones de euros al año
Así, el alcalde de Málaga y sus nuevos amigos franceses han metido bajo el cubo de cristal del muelle 1, entre paredes blancas y techos metálicos, un buen puñado de picassos, giacomettis, magrittes, bacons, picabias, sauras, tàpies, boltanskis, ourslers, arroyos, légers, newmans, brancusis y fridakahlos, hasta un total de 90 obras con un llamativo toque de atención a disciplinas como el vídeo y la instalación. La colección permanente, breve pero intenso viaje desde las vanguardias históricas hasta el último arte contemporáneo, se inspira en la idea del cuerpo humano y se vertebra en cinco ejes temáticos: Metamorfosis, Autorretratos, El hombre sin rostro, El cuerpo político y El cuerpo en pedazos. Además habrá dos o tres exposiciones temporales al año. Las primeras en llegar versarán sobre el dibujo de Miró, el cine del surrealismo y del dadaísmo, París y la arquitectura o el Nuevo realismo. Con todo ello, el Pompidou Málaga ha logrado, de momento, los titulares, y ya se verá si el rédito político.
¿Y el rédito económico? El Ayuntamiento de Málaga deberá pagar cada año una suma cercana a los ocho millones de euros para que el flamante Pompidou y el no menos flamante Museo de Arte Ruso funcionen. En el caso del primero, su carácter “provisional”, como ayer se encargó de dejar claro Alain Seban, el todavía presidente de la casa madre francesa (por poco tiempo: tan poco que dejará su cargo este mismo miércoles), podría jugarle una mala pasada a Málaga.
¿Con qué se rellenará el cubo de cristal y acero del Muelle 1 cuando el Pompidou se lleve sus tesoros dentro de cinco años, plazo estipulado en el acuerdo, aunque este es teóricamente “renovable”? Por otra parte, las obras de acondicionamiento del edificio y del puerto de Málaga para poder abrir el nuevo centro deprisa y corriendo antes de las municipales han ascendido a casi siete millones de euros. Además, el consistorio tendrá que aportar cada año un millón en concepto de transporte de obras y seguros, más otro millón de alquiler de obras al Pompidou de París. La entrada de dinero llegará de la mano de los patrocinios (cerca de 800.000 euros comprometidos ya por algunas firmas como Unicaja y Heineken) y de la venta de entradas (se esperan 250.000 visitantes anuales, a siete euros el billete).
Dentro de dos años la colección rotará por completo y las obras volverán a París y serán sustituidas por otras procedentes del Pompidou según criterio de sus conservadores y comisarios. Izquierda Unida y Partido Socialista de Málaga se han mostrado reticentes ante un proyecto que consideran demasiado oneroso para las arcas municipales y que tiene “fecha de caducidad”.