El precio de la Salud

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La decisión les ha supuesto oxígeno para sus pulmones y sus bolsillos. Bastante soportan con su enfermedad para encima enfrentarse a un copago que, además de injusto, no supondrá un ahorro importante. La salud tiene un precio. Y ese precio es caro. Bien está hacer un uso racional de los fármacos y evitar el despilfarro en los centros hospitalarios y de atención primaria. Lo malo es meter la mano en la cartera de gente que atraviesa por una situación delicada y que sufre un padecimiento para el que no existe cura. Los políticos, tan dados a las palabras llenas de promesas, pero vacías de contenido, deben darse cuenta de que los recortes en sanidad, si se llevan a cabo sin medir su alcance, son muy perjudiciales. Lo barato sale caro. Es decir, que quitando prestaciones, reduciendo la cartera de servicios o no invirtiendo en recursos y en personal, al final es peor el remedio que la enfermedad y lo que se ahorra por un lado habrá que gastarlo, y en mayor cuantía, por otro. La crisis ha metido el dedo en la llaga en cuestiones que hasta hace poco recibían el estatus de intocables. Lo que hoy se quita mañana no se recuperará. Por tanto, hay que andarse con mucho ojo, no sea que de tuertos pasemos a ciegos y luego sea imposible recobrar la vista. Las sociedades científicas hacen mucho hincapié en que bajar la guardia en la implementación de medios supone un descenso de la calidad asistencial que se ofrece los pacientes. Los tijeretazos que está recibiendo la sanidad pública son una poda que deja tantas ramas por el camino que ni el mejor jardinero logra injertarlas.

Los que han gastado a troche y moche (y el que esté libre de la dilapidación que tire el primer suero) ahora se han vuelto de la cofradía del puño. Han pasado de cigarras a hormigas sin prever las consecuencias. Así, han crecido las listas de espera, las demoras para ser intervenido quirúrgicamente, para una consulta especializada o para someterse a una prueba diagnóstica. Los profesionales se ven desbordados un día sí y el otro también, porque tienen el mismo o más trabajo con unos recursos menores, que son insuficientes para cubrir el incremento de la demanda de los ciudadanos. Cuando la crisis se marche para volver en otro momento, la sanidad pública estará como ese barco que es zarandeado por las olas, con el agua entrado a borbotones por las junturas, a punto de zozobrar. Es necesario e imprescindible evitarlo. Es preferible prevenir que curar. Los partidos, todos, deben hacer un frente común en defensa de la sanidad pública y dejarse de lanzarse dardos de punta afilada. Los problemas de los enfermos son los mismos en Málaga que en Valladolid. Hacen falta más soluciones y menos zancadillas.

Fuente. Diario Sur.