El flamenco malagueño está de nuevo de luto. Apenas tres semanas después de la muerte del Tiriri, el baile se queda huérfano de quien ha sido uno de sus más genuinos y destacados intérpretes en los últimos sesenta años. En la madrugada de este domingo falleció en su domicilio Pepito Vargas, el gitano de los ojos claros; el último gran bailaor del Perchel; un artista sobre el escenario y debajo de él; una figura irrepetible; y uno de los últimos representantes de los años dorados del flamenco en Málaga.
La parca se lo llevó apenas unas horas después de haber protagonizado su último baile. Fue en la peña Juan Breva con motivo de la celebración de su 76 cumpleaños. Una fiesta rodeado de amigos, que disfrutaron con un arroz, una tarta y buen flamenco y donde el bailaor puso su alegría contando chistes y anécdotas. Tan a gusto se encontraba que cuando Rosario Santiago, la hija de su compadre y compañero de escenarios durante cuarenta años Juani Santiago, se arrancó a cantarle, no lo dudó un instante y se marcó uno de esos bailes llenos de pureza y ángel malagueño que definieron durante décadas su estilo. La jarana siguió en ‘El Gallo Ronco’, hasta que su ahijado, Kiko Campos –hijo del Tiriri– lo dejó en su vivienda de madrugada. Sobre las cinco, según relataron ayer algunos amigos, sus problemas de pulmón aparecieron en forma de ahogos y aunque los servicios sanitarios se personaron en su casa del barrio de Capuchinos tras la llamada de su hermano Tomás nada pudieron hacer por la vida de José Lavat Campos, el nombre con el que fue bautizado.
Hondo pesar
Su muerte causó un hondo pesar entre sus amigos y compañeros, que hoy despedirán a las 12 en el cementerio San Gabriel de Málaga a este «hombre bueno y artista de una gran pureza y extraordinaria calidad», como lo definió La Cañeta, la bailaora con la que compartió juegos y bailes en las calles del viejo Perchel y que ayer, emocionada e impactada, recordaba con nostalgia aquellos inicios junto a la Repompa o el propio Tiriri. «Mi hermano ha sido un fenómeno toda su vida, en Málaga no sale otro como él», afirmó un afectado Juani Santiago.
«Hemos sufrido una pérdida muy importante. El baile de Pepito Vargas representaba la gracia y el ángel de Málaga. Su estilo, al que siempre fue fiel, era muy peculiar, el del bailaor de brazos, el de bailar el cante, el de bailar pausado y con peso», comentó el bailaor jerezano Antonio El Pipa. Una línea artística en la que incidió el aficionado Alfonso Queipo de Llano: «Ha sido un bailaor que ha dominado todo los campos: el arte, los pies, las manos,… un gran bailaor, un genio del baile. ¡Dónde vamos a encontrar ahora la gracia de Málaga!».
José Losada ‘Carrete’ dijo sentirse «muy triste» por la pérdida de un bailaor «al que admiraba mucho». «Como bailaor es de lo mejor que hemos tenido en España. Era una maravilla y un privilegio verlo bailar con ese gusto que tenía. Atesoraba un don especial, algo que Dios le había dado», relató este veterano bailaor. Por su parte, El estudioso del flamenco Paco Roji, que prepara una exposición –dentro de la Bienal de Flamenco organizada por la Diputación de Málaga– sobre el baile en Málaga donde tendrá un especial protagonismo Pepito Vargas, destacó las cualidades humanas como «persona cercana y amigable».
En la trayectoria vital que va desde su nacimiento el 24 de febrero de 1939 en la calle Cañaveral hasta su óbito ayer en el piso de calle Manrique la biografía de este hijo de inglés y madre gitana del Perchel se escribe con páginas de oro en el baile flamenco zapateando con sus privilegiados pies escenarios por medio mundo, el reconocimiento de los profesionales y de la crítica y una mochila llena de recuerdos y anécdotas.
En la Málaga de la posguerra, con pocos años, Vargas se dio a conocer en la bodega El Pimpi y en los tablaos que entonces vivían su época gloriosa por la Costa del Sol para después pisar los tablaos madrileños de Los Canasteros, Las Brujas o El Corral de la Morería o volver a Málaga para actuar en la recordada Taberna Gitana. Una carrera en la que su arte encandiló a los más grandes, lo que le llevó a compartir escenario con artistas de la talla de Pastora Imperio, Miguel de los Reyes, Lola Flores, Fernanda y Bernarda de Utrera o Camarón de la Isla y que le llevó a los escenarios de toda España, Estados Unidos, Japón –donde estuvo seis meses, vivió ocho terremotos y se llevó consigo cuatro kilos de garbanzos y dos de lentejas que preparaba junto a su amigo Chiquito de la Calzá–, Suecia, Canadá o lugares tan exóticos como Madagascar, Luanda o Mozambique. Eso sí, siempre regresaba a sus raíces, a su Málaga.
Retirada y homenaje
Retirado de los escenarios en 2009, una treintena de artistas flamencos le rindió un sentido homenaje en diciembre de 2013 en una velada en el Cervantes de las que hacen época y donde actuó por última vez en público. Pepito Vargas conoció en París a Pablo Ruiz Picasso, quien le hizo un dibujo con un mensaje: «Para mi paisano de su paisano Picasso». Aunque no lo guardó ya que entonces desconocía al pintor. Apareció en un capítulo de la serie ‘Vacaciones en el mar’ y en la película ‘Secuestro bajo el sol’; bailó para Ava Gadner y Brigitte Bardot; y dio clases en la Escuela de Flamenco, Dramaturgia y Folclore.
La Diputación, el Ayuntamiento de Málaga y numerosas peñas reconocieron con premios y distinciones el arte de un grande de baile flamenco que ayer echó el telón de su última actuación. Se fue como vivió, con alegría y rodeado de flamenco