ALFONSO VÁZQUEZ. MÁLAGA
Sus hijos, que le cuidan con verdadero cariño, le han regalado una gorra que pone jefe de estación y que recuerda la que lució durante casi dos décadas en el desempeño de su trabajo.
A José López, nacido en Huelin hace 85 años, le vino la vocación ferroviaria por su padre, jefe de clavamiento en Málaga y encargado de que el tren llegara en perfecto estado de revista a las industrias del Oeste de la capital: la Azucarera, San Carlos, la Cross, Los Guindos…
Camino de Vélez para comenzar su vida ferroviaria se encontró «con el director del tren» y le convenció como guardagujas en Benajarafe, así que no llegó a Vélez. «Le gustó cómo trabajaba», comenta. Su siguiente destino, ocho años en Almellones, cargando piedras de gran tamaño en los vagones, con destinos como El Morlaco en Málaga, para reformar la playa. «Pero al otro día ya no había piedras, el agua se las había tragado».
En 1950 contrajo matrimonio con Rosario García con quien esta semana celebra felizmente 60 años de matrimonio. A Rosario, también de familia ferroviaria, la conoció en La Cala del Moral, a donde acudió en tren un día y vio cómo ella, «que le llevaba el café al padre, empezaba a meter juncos en las agujas». Como bromea Manolo, el hijo de la pareja, «eso era para provocarle».
Tras pasar por Vélez y Málaga (en la capital de guardagujas) se convirtió en 1962 en jefe de estación del Palo, donde permanecería 18 años, hasta 1974. La estación, por cierto, la reformó para incluirle novedades como una cocina, en la planta baja, y también un servicio. «Arriba había dos habitaciones y en la planta baja también una salita de espera y el despacho de billetes».
José ha conocido los trenes de vapor (la famosa Cochinilla) y también los trenes diésel. «1, 10 valía un billete para Málaga y 20 pesetas, ida y vuelta a Vélez», recuerda. « El tren que pasaba cada hora y media, y a las 4 de la tarde, el de Ventas de Zafarraya que era de cremallera», añade.
El veterano guarda de la estación todavía recita en orden las estaciones hasta Vélez: El Palo, La Cala, Rincón, Benagalbón, Chilches, Benajarafe, Valle-Niza, Almayate, Torre del Mar y Vélez.
El trabajo duró hasta 1968, cuando cerró la línea y comenzó un periodo de vacío de poder porque nadie sabía qué pasaría con las estaciones y los trabajadores. «Los últimos jefes de estación estaban a la espera de que les dieran dinero o vivienda», cuenta su hijo Manolo, que señala que su familia vivió en la estación tras la retirada de los raíles para hacer la conocida como carreterilla de la playa (calle Bolivia-Avenida Salvador Allende) e incluso continuaron viviendo allí cuando ya contaban con un piso.
La familia López dejó la estación hacia 1974, mientras don José ya llevaba unos años con un nuevo trabajo, también con mucho trato con el público: celador en el ambulatorio Barbarela.
Cada vez que don José pasa por su antigua casa y lugar de trabajo confiesa que siente lástima, pero también sonríe cuando comienza a recordar tantos ratos buenos y tan buen trato con los pasajeros y vecinos, algo que le ha convertido en un personaje muy querido entre los paleños.
Fuente: Diario La Opiníon de Málaga