Fijamos la mirada en las Residencias de la Tercera Edad como posible refugio a nuestros viejos huesos para que nos mimen y cuiden cuando estemos enfermos para tener una vejez digna. Al igual que ahora tenemos a nuestros ancianos en las Residencias porque nosotros no podemos atenderlos, como nos gustaría, en nuestros hogares.
Por lo menos nos aseguramos de que tengan una atención sanitaria pero ¿y la atención de cariño y compañía de sus seres queridos? Tan importante o más para que el anciano se sienta bien. Parece que cuando ingresamos a nuestro familiar, al cabo de un tiempo, no nos acordamos que está allí y que nos espera todos los días.
Nos parece un hecho execrable y un escándalo que una madre recien parida abandone en la esquina de la calle a su bebé y no es para menos. Esta noticia es para cuestionarse los valores que los jóvenes y los nuestros propios de una sociedad tan individualista, de “usar y tirar”y preguntarse en qué mundo vivímos cuando sabemos que ni los perros hacen eso con sus cachorros. En ese sentido quiero dar un toque de atención, a través de estas letras, remover un poquito las conciencias a todos los familiares que tienen ancianos ingresados en las residencias sobre la situación de soledad que viven a diario, en mi caso concreto visito a mi madre casi a diario y en su planta hay una media de treinta ancianos dependientes, tan sólo reciben visita regularmente tres o cuatro. El desentenderse de nuestro familiar debería ser un delito al igual que el abandono de un bebé en la calle. Estoy seguro que el anciano o la anciana no dejaría desamparado a su hijo/a en un centro y tiraría la llave de la memoria. Le visitaría periodicamente, le agasajaría con pasteles, le llevaría fotos o, simplemente, le iría a ver para comprobar que esté bien y que se está tomando su medicación. Es muy triste y muy duro ver todos los días que son muy pocas las visitas de familiares que reciben. La soledad, en nuestros ancianos, se ve reflejada muchas veces en el desear la muerte para no ser carga de nadie y también para no ser una molestia. Anímicamente decaen siendo vulnerables a cualquier cosa que los pudiese afectar. La imagen es penosa, como si de un cementerio de elefantes se tratara donde van éstos a morir en soledad y tras un largo camino.
Enrique Ramírez