Elegido democrátricamente al uso muy norteamericano de practicar la democracia estadounidense, en la peculiar manera de elegir a sus presidentes, como para que, al menos, cuatro años que podrán ser ocho Trump esté en la cima del poder político.
Muy en su papel desde el primer instante de su presentación a la candidatura, en primarias, habiéndose hecho cargo, él, Trump, objeto y sujeto de todas las críticas, sin duda merecidas, pero que ocultaban y ocultan el real peligro del personaje, del inminente presidente estadounidense.
Sabiéndose manejar en ese lodazal infame y nauseabundo, atento al efecto mediático de su protagonismo en el reality show que tan bien sabe manejar. Acudiendo a las mentiras, a los soflamas, a las frases digeribles, incendiarias, fomentando la basura moral, dejándose a cambio “lapidar” sin que lleguen a afectarle, ni siquiera a molestarle.
Y se convierte, entonces, Trump, en una amenaza, y asume ser él solo el foco de todas las alarmas.
Pero uno duda, y uno se tienta sus propios miedos.
Porque uno ve a Trump rodeado de eminentes juristas, economistas, millonarios, hombres y mujeres “de bien, de orden”, dispuestos a articular el efecto Trump, y esto da mucho más miedo.
Y entonces uno también se acuerda de los millones de votantes, aullando su miedo, su odio, ante un futuro de enemistad permanente, entre pueblos, países, gentes que van aprendiendo aceleradamente a odiarse.
Y el incendio y la epidemia se contagia, y el mundo se incendia, y los discursos del miedo y del odio van tornándose en mentiras que acogen la categoría de ser convertidas en verdades que mienten, en posverdades que seducen y emocionan, y mueven millones y millones prestos a cualquier atrocidad . . . contra sus semejantes.
Resulta que en EEUU, ahora mismo, el índice de desempleo apenas supera el 4%, y sin embargo la desesperación encauza el desatino de los más desfavorecidos que, aún con trabajo no ven que salen de la pobreza, que se entregan a sus amos y señores, muy millonarios, con el discurso “que quieren oír”, de mucho miedo y más odio, sin ver la salida a sus desesperanza salvo en un airado apoyo a sus “propios explotadores”.
Y no es solo patente de EEUU, se ha contagiado y bulle y rebulle y germina y arraiga, en oleadas de insolidaridad inimaginables, mientras se abrazan a “encerrarse tras sus propios muros” acorazados, contra cualquiera que pretenda llegarse a su malsano ombliguismo.
Entretanto Trump y sus secuaces, allende y aquende el océano se frotan las manos aunque su codicia maligna termine por hundirnos a todos . . . en el lodazal de la inhumanidad más ignominiosa. ¡Qué más les da si el “money, money” hace “clink, clink” en sus bolsillos!
Torre del Mar enero – 2.017