EN RECUERDO DE ENRIQUE MORENTE: HOY HACE SIETE AÑOS QUE MURIÓ

De sus aparentes saltos en el vacío devinieron explosiones de júbilo creador, siempre en pos de una nueva estética flamenca y de una renovada ética jonda que, tras remover las tranquilas aguas de un cante flamenco anodino y escasamente motivador, ha enfrentado al cante y sus protagonistas con la dicotomía liberizadora que nos enseña a seguir caminando o a convertirnos en piedra, quizá fatuamente esplendorosa al principio, pero que acaba siendo enterrada por los lodos de lo putrefacto. Su motivación, así me lo fue confirmando a lo largo de nuestra amistosa relación, venía dada por la pura necesidad vital que reclamaba una libertad artística, precisa y preciosa para él, aunque innecesaria y hasta aterradora para el cantaor o la cantaora exentos del talento preciso para ser identificados como artistas.

Enrique Morente, con Juan Pinilla,
en la PF «El Mirabrás» de Fernán Núñez (Córdoba)
Foto: Toni Blanco

Morente -sin querer sentar cátedra, pues no era su estilo- fundamentó las bases del cante flamenco del siglo XXI, cuyos resultados están ya aquí en sus mismos umbrales. Y lo hizo con el respeto y el compromiso que -nadie más que él- demostró con el flamenco, pero también –y por eso- con el trabajo y la disciplina que requiere una obra como la suya. De tal modo que, esa actitud, poco espectacular aunque muy seria, ha ido calando, como si de una sutil gotera se tratara; impertinente y perenne, pero también muy apetecible. Sin embargo, no aceleremos las cosas ni privemos de su auténtico valor a quien verdaderamente lo tiene. Nunca el cante flamenco fue unívoco ni los artistas se dejaron adocenar. Ni el cante debe, ni debiera jamás ir, en una sola dirección: ahí está -sírvanos como ejemplo- Jerez que sigue manteniendo sus más tradicionales esencias. Ni fue, por lo más remoto, la intención del maestro granadino. Pero, por la misma regla de tres, despojémonos de prejuicios y aceptemos la realidad de un cambio que ya está aquí. El cante flamenco avanzó desde su nacimiento apoyándose en los fracasos creativos de quien se atrevió. Y el artista que lo hizo -y que lo hace-, sólo es capaz de transformar el sueño en realidad cuando ha adquirido la seguridad necesaria que únicamente es capaz de dar el conocimiento cual era el caso de Morente. Lo demás es otro cantar, nunca mejor dicho.

El autor y Enrique Morente.
Caricatura de Agustín Casado
Que su personalidad era controvertida y única, lo respeto. Que era –y es- la continuación de los grandes maestros, estoy de acuerdo. Que su inteligencia estaba por encima de la media, hay gente que no lo admite ni lo aguanta. Que su independencia irritaba, qué le vamos a hacer. Que su concepto artístico del cante era personal e intransferible, quién, en sus cabales, lo puede poner en duda. Que a veces les parece su voz inexpresiva, escuchen, escuchen. Que se le acusa de falta de pasión rítmica y de no tener compás, sientan y midan. Que admiraba a los poetas y amaba la poesía, sólo un corazón sensible propicia el gusto preciso para cantar bien y emocionar. Que el que firma lo admira con pasión, no lo duden. Lo admito, desde la honestidad que avala la verdad propia, porque estoy convencido de que nos encontramos ante un artista completo que eligió, para dar salida a sus más íntimos sentimientos, el cante flamenco porque nació flamenco; porque, según mi criterio, en él se daban más, que en ningún otro, oficio, personalidad, creatividad y compromiso con su obra y con el tiempo que le había tocado vivir, amén de unas cualidades para decir el cante que hoy nadie, con conocimiento de causa, se atreve a poner en duda. Así es. Y así hay que aceptarlo.

¿Quién es capaz de definir, de conceptualizar, el cante de Morente?

Sólo los genios logran crear escuela y convivir con ella liderándola. Únicamente los verdaderamente importantes sirven de guía a toda una generación de profesionales del cante. Aunque, de todos modos, el cante flamenco ha sido siempre -y lo seguirá siendo- lo que han querido sus creadores, los artistas. Nadie con sentido común puede pretender que todos crean en su sueño, y mucho menos que lo canten. Simplemente porque estoy convencido de que es razonablemente imposible. Sin embargo, sí me parece moderadamente viable enseñar a los más jóvenes a soñar y a ser libres. Pero, eso sólo está en manos de quien fabrica los sueños y conoce, por tanto, todos y cada uno de los recursos y sortilegios necesarios para hacerlos realidad. Yo, humildemente, creo que Enrique Morente -ya inmortal-, era uno de ellos.

Basta con escuchar la discografía de Morente para comprobar lo antes escrito

Grabación en directo hecha por Radio France
en 1984,
en la Peña Flamenca “Joseíto Téllez”
de Fuente Palmera (Córdoba)
Tras la grabación de sus dos primeras obras “Cante Flamenco” y “Cantes Antiguos del Flamenco”, de corte clásico, junto a los guitarristas Félix de Utrera y Niño Ricardo, emprende un camino claramente renovador que da sus primeros pasos en “Homenaje Flamenco a Miguel Hernández”, donde, por ejemplo, en el romance y en las nanas deja entrever su disconformidad con la corriente de la época, que continúa cuatro años después con “Se hace camino al andar” claramente rupturista con el neoclasicismo imperante, el mismo que todavía no le ha perdonado su irreverencia y su proverbial rebeldía. Ni falta que le hace, que todo hay que decirlo. Es en esta obra, “Se hace camino al andar”, donde Morente reivindica su papel de artista, entendiendo como tal su capacidad de sorpresa, los giros que imprime a su obra y su vitalidad creadora, que son algunos de los aspectos que definen el arte vivo. El arte inmóvil no es arte, es plagio; porque en el arte -flamenco o no- quien no se la juega no conoce ni conocerá jamás el placer del fracaso ni la efímera gloria; y en ésta como en aquél, Enrique Morente jamás plagió. Después de ésta, que supuso un verdadero acto de liberación, vendría una de los mejores discos del último tercio del siglo XX: “Homenaje a Don Antonio Chacón” es una obra maestra que en su tiempo fue un alarde de valentía y justicia histórica -la flamencología oficial de la época (salvo contadas y valientes excepciones) ignoraba por completo al maestro jerezano-, puesto que se estaba reclamando la presencia, la memoria histórica, el cante como música, del gran maestro del cante flamenco de este siglo, porque de él viene la técnica cantaora que se ejercita todavía y la estructuración casi definitiva de gran parte de los estilos que conocemos en la actualidad. Yo creo que es con esta obra con la que más identificado se sentía Morente, porque en ella se da todo: la voz, la técnica, la tradición, la creación, la expresión y el perfecto diálogo con la sensibilidad tocaora de Pepe Habichuela. Luego llegaría “Despegando”, cuyo título lo dice todo. Y tras él muchas y buenas obras, todas a caballo entre el más delicado respeto a la tradición y la provocación artística, pero todas siempre con la creación como norte. Ahí están, con la frescura a flor de piel, “Sacromonte”, “Morente-Sabicas”, “Misa Flamenca”, “Negra si tú supieras”, “Allegro Soleá y Fantasía de Cante Jondo”, “Omega”, o “Morente-Lorca”, por citar sólo algunas. A través de estos documentos sonoros y de otros más recientes (que llegan a nuestros días y traspasan su muerte) podemos conocer la realidad creadora de Morente.

Artista es quien es capaz de ver lo imaginado y además posee la técnica precisa para hacer tangible a los demás aquello que él sólo ha visto u oído, tocado o saboreado, soñado en definitiva, pues todo aquello que acaba siendo arte empezó como un sueño. La creatividad ha guiado desde siempre la evolución artística, aunque no ella de manera uniquita, pues sabido es que otras muchas cosas y sucesos interfieren en el resultado final de cualquier proceso artístico. Pero, la creatividad se nos antoja primordial porque ella es parte misma del artista. En ella descansa la idea, el sueño, el riesgo, la gloria y el fracaso. Con ella duerme la pasión o el frío, el temblor o la indiferencia, la emoción, la técnica, el diálogo de la voz y el cante. Y ella es la madre del cantaor o de la cantaora artista, aunque de vez en cuando amamante al cantaor o a la cantaora intérprete: siempre fue una buena madrastra, incluso para aquellos que hicieron de la ramplonería una forma de cantar. Lo anterior viene porque al final cualquier concepto acaba siendo asociado a alguien. Pues bien, el de creatividad nosotros lo identificamos con Enrique Morente. No sólo con él, porque evidentemente no es el único depositario de tal cualidad. O sea, que si el flamenco fuera exacto, que no lo es, tendríamos que emitir la siguiente fórmula: Morente = Creatividad. Porque no ha habido desde cincuenta años para acá ningún cantaor o cantaora más creativo. Mejor dicho, que haya hecho de la creatividad consciente la permanente luz que ha guiado su concepto del cante a lo largo de toda su vida artística. Los grandes creadores, con la capacidad artística suficiente para ser tratados como tales por razones diferentes, son los que han ido conformando las desiguales estéticas y las diversas estilísticas del cante flamenco que permanecen en la actualidad.

Con mi hijo Curro y mi sobrina Blanca.
Peña La Platería de Granada
¿Cómo se puede entender la evolución del cante flamenco si no es a través del proceso creativo de los artistas que le han ido dando forma?

Sobre esto, Enrique Morente[1] decía:
“El cante flamenco lo tenemos que hacer los artistas profesionales del flamenco y no los demás. El flamenco, como cualquier otro arte es un arte de profesionales, aunque muchas personas nos miren a veces con lupa como si dijeran: Que bichitos tan interesantes!, o algo así…Que música que viene del pueblo!… y tal cual… Y piensan muchas veces que a lo mejor hay que tener los dedos hinchados de coger papas para poder tocar la guitarra con sentimiento. Mire usted, tan honrado es coger papas como tocar la guitarra. Pero yo le puedo asegurar a usted que un señor que tenga los dedos muy finos y remilgados no va a poder coger las papas bien cogidas: pero también le aseguro que un señor que tenga los dedos hinchados de coger papas no va a poder tocar la guitarra… Porque no tiene la digitación y porque no tiene la dedicación. Esto es una profesión como otra cualquiera a la que hay que dedicarse por entero. Es un arte de profesionales: entonces, si hay que grabar por la mañana se graba por la mañana; por supuesto que es muy difícil y se hace mayor por la noche o por la tarde, porque la voz por la mañana no está despierta: está dormida; se despierta la voz cuando ya has andado, cuando te has movido; pero para eso no hace falta que sean las cuatro de la mañana. Tengo una autocrítica muy dura. Terrible. La peor. Siempre estoy enfadado conmigo mismo. Uno no hace lo que quiere como uno quiere. Hoy hago bien las cosas con las que sonaba hace diez años. Soy el Morente que hace diez años quería ser. No soy el Morente de hoy día.”

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[1] Enrique Morente nació en Granada el 25 de diciembre de 1942 y murió en Madrid el 13 de diciembre de 2010